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La increíble historia del cine argentino que permitió la captura del jerarca nazi Adolf Eichmann

En el Cine-teatro York, ubicado en Olivos, tuvo lugar el encuentro que facilitó la caída del criminal de guerra. Hoy es uno de los pocos espacios que exhibe películas de autor.

Ir al cine implica que, mientras que el plan se lleve a cabo, sea inevitable pensar en un shopping.

Como bien se sabe, la mayoría de las salas del país hoy -y desde hace décadas- están ubicadas dentro de los centros comerciales, siendo cada vez menos las salas que exhiben estrenos semanales en los barrios.

En Vicente López, el pintoresco Cine-teatro York es una de las pocas excepciones a esta regla. Y aunque no estrena los famosos «tanques» que inundan la cartelera local semana tras semana, tiene espacio de sobra para otro tipo de propuestas. Las más «artísticas», si se quiere. Esas que no abundan en los cines del conurbano bonaerense.

Entre todos los datos curiosos que hacen a su historia, uno para nada menor es que el mítico cine ubicado en Olivos, precisamente en Juan Bautista Alberdi al 895, lleva casi tantos años de existencia como el séptimo arte. Mientras que los hermanos Lumiere inventaron el cinematógrafo en 1895, el complejo de zona norte fue inaugurado tan solo 15 años después, en 1910.

Antes de que Vicente López sea fundado, el espacio comenzó con un salón de baile, escenario, paraíso, cuatro ventiladores y una máquina cinematográfica que exhibió algunas de las primeras imágenes en movimiento. Recién pasaría a funcionar exclusivamente como una sala en 1930, cuando a 40 kilómetros del lugar, en Munro, abriera uno de los emblemas de la época de oro del cine argentino: los estudios Lumiton, donde brillaron estrelas como Nini Marshall Mirtha Legrand.

De esta manera, el por aquel entonces cine «Select» no solo significaba un punto de encuentro invaluable para los vecinos de la zona y alrededores, sino también una de las salas más importantes del país. El «pequeño» detalle es que allí no solo se exhibirían largometrajes, sino que también ocurrían sucesos de película que inevitablemente terminarían adaptados como tales.

Durante la década del 50, un sobreviviente del exterminio nazi llamado Lothar Hermann, radicado en Argentina desde 1938, precisamente en el corazón de Vicente López, escribió una carta en la que aseguraba que el criminal de guerra Adolf Eichmann vivía en su barrio. Hermann estaba casi ciego a raíz de los golpes que había recibido en el campo de concentración de Dachau.

Eichmann vivía en zona norte con la identidad falsa de Ricardo Klement. Pero sus hijos estaban inscriptos en el Colegio Alemán con su apellido real y uno de ellos, Klaus, fue conocido en el cine York por la hija del mismísimo Lothar. Gracias al dato que le aportó su hija, Hermann descubrió la verdadera identidad de Klement. Es así que el sobreviviente judío escribió la carta que se convertiría en la primera gran pista para que la noche del 11 de mayo de 1960, el Mossad interceptara a Eichmann en los alrededores de su casa.

Efectivamente, llegó la película de la operación que hizo caer al jerarca en Argentina y fue filmada en el país: Operación Final, estrenada en Netflix en 2018.

Ni pochoclos ni gaseosa: el cine ante todo

El York (que en 1993 fue adquirido por la Municipalidad de Vicente Lopez y luego declarado “Monumento Histórico Municipal”) no acepta ser parte de la tendencia, por lo que ningún espectador encontrará allí superhéroes, superproducciones de Hollywood ni un candy bar lleno de golosinas y precios exorbitantes.

El cine de Olivos guarda su espacio para festivales, propuestas independientes o ciclos de directores. Sin ir más lejos, hace tan solo unas semanas dedicaron un ciclo a Darío Argento, el director italiano de películas de suspenso y horror y referente absoluto en el subgénero giallo.

Para este tipo de ciclos, tampoco caben las entradas anticipadas, y mucho menos a través de internet. Quien desee asistir a esas películas -aunque muchas veces con entrada libre y gratuita- debe hacer la fila e ingresar por orden de llegada. Como en los viejos tiempos.

Todo lo que se proyecta en el York -es decir, propuestas autorales-, generalmente tiene exhibición en lugares salas como la Lugones, el San Martín o el Malba, siendo pocos los lugares en el conurbano que se dedican a este tipo de cine.

Hoy, el York cuenta cuenta 275 butacas, una cabina de proyecciones con un proyector DLP (la mejor calidad para reproducir materiales digitales), una pantalla de 9,5 x 6 metros, butacas y alfombras nuevas, nuevos paneles acústicos y telones, y proyectores de 35 y 16 mm para exhibir las películas en formato fílmico: casi todos los cines hoy cuentan únicamente con proyectores digitales.

“Antes era normal tener tu cine de barrio, y creo que no valorábamos el York como lo valoro ahora”, había dicho en su momento ante La Nación Osvaldo Valpuesta, director de la sala y vecino de la zona. “La gente grande que viene al cine lo ama; estamos cerrados una semanita porque reformamos y se ponen felices cuando abrimos, nos extrañan”, cerraba.

Fuente: Clarín