El saber interior que guía nuestras vidas
Por Dr. Antonio Las Heras.- Según los iniciados en vías tradicionales de conocimiento espiritual, es sólo hecho de pensar en algo ya crea la existencia de lo pensado en el mundo exterior. De esta manera, la realidad cotidiana no sería otra cosa que un efecto mismo del pensamiento humano.
Así, “El Kybalion: las doctrinas herméticas del antiguo Egipto y Grecia”, firmado con el seudónimo “Tres Iniciados” – texto basado en el texto árabe Lawḥ al-zumurrudh (‘La Tabla de Esmeralda’, del siglo VII, aunque atribuida al mítico alquimista egipcio Hermes Trismegisto) – asegura que “el Todo es mente; el Universo es mental”.
Algunos filósofos e, inclusive, físicos modernos que trabajan en el universo intra atómico, han coincidido en esto al sostener que el tiempo sólo existe si hay un observador disponible.
Prestigiosos investigadores universitarios, como el bioquímico inglés Ruperlt Shaldrake, están convencidos de que todo cuanto ocurre a nuestro alrededor es provocado por la intervención de “campos” de naturaleza psíquica. Desde 2005 hasta 2010 fue director del Proyecto Perrott-Warrick que se ocupó del estudio de las capacidades inexplicadas – o sea, parapsicológicas – presentes tanto en los humanos como en los animales, financiado por el Trinity College de Cambridge.
Según la hipótesis de la resonancia mórfica – propuesta por Shaldrake, las personas tomamos conocimientos que proceden de una memoria colectiva, lo cual explica por qué algo aprendido por gente en un lugar del planeta facilita el mismo aprendizaje en otros que se encuentran muy lejos e incomunicados. Este fenómeno ha sido bien comprobado por la Historia de las Civilizaciones. Pero también en las investigaciones con animales: un grupo desarrolla una actividad nueva y otro – situado en un continente diferente – hace lo mismo. ¿Por qué esta coincidencia?
También el estacado médico psiquiatra y psicólogo Carl Gustav Jung (1875/1961), a mediados del Siglo XX, expresó “finalmente nada ocurre en el mundo exterior que, previamente, no se encuentre preconfigurado en el psiquismo profundo personal.”
De ser cierto (y quien escribe esto está convencido que lo es) significa que cada suceso que nos ocurre está, esencialmente, motivado en raíces psíquicas, la mayoría de ellas inaccesibles a la consciencia del protagonista. De manera tal que es el poder de la imaginación y la capacidad de fantasear lo que, finalmente, guía la vida de cada uno.
Una sentencia del más puro esoterismo iniciático afirma: “Conoce a tu Ser Interno y conocerás a tu Señor”.
“La mente, como todos los elementos, puede ser trasmutada, – afirma también El Kybalion – de estado en estado, de grado en grado, de condición en condición, de polo a polo, de vibración a vibración”. “La verdadera trasmutación hermética es una práctica, un método, un arte mental”.
“Trasmutar” es lograr un cambio repentino – inmediato – en la naturaleza de la substancia, convirtiéndola en otra; implica modificación total y completa. Por eso es que “el Universo mismo es una creación mental”.
La persona común, normal, sufre a diario por que su comprensión está limitada a apreciaciones producto de percepciones sensoriales. La gente supone que las cosas son de una única manera determinada, olvidando el sabio proverbio: “cada uno ve de acuerdo al color del cristal con que mira”.
Por eso, cuando alguien afirma que su personalidad es de una determinada manera y que no puede modificarla para su progreso y su bien; en verdad se está engañando. Ya que si modifica sus esquemas de pensamiento conseguirá apreciar de un modo diferente la misma situación. Por eso podemos afirmar que no hay destino escrito, ni fatalidad prefijada. Todos somos artífices – como sostiene el poeta – de la historia que vivimos.
Una fuerza oculta guía nuestra vida. Atesorada en lo profundo del psiquismo, del espíritu, del alma o del corazón; como se prefiera. Lo importante es que allí está. Aguardando que cada quien tome la decisión de aprovecharla. Ese es el momento en que se comienza a recorrer el real sendero de la vida, concebida como un desafío permanente. Es entonces cuando el discípulo se halla preparado y será capaz de encontrar al maestro que habrá de entrenarlo. Para ser artífice del propio destino sólo se requiere tiempo diario de meditación y autoreflexión junto con perseverancia, esfuerzo y creatividad permanente.
Es útil, además, tener en cuenta que no existe el destino como algo prefijado e inmodificable. ¡Nada de eso! El destino es – eso sí – el producto de aquellas decisiones que he tomado… tanto como las que no he tomado.
Antonio Las Heras es doctor en Psicología Social y magister en Psicoanálisis. “Atrévete a vivir en plenitud”, es su más reciente libro. www.antoniolasheras.com
AGP
Editor: EM