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La Derecha Fest: un show de proclamas de odio contra los periodistas y la denuncia de una cronista de Página/12 echada por Casa Militar

Se había previsto un corral de vallas a la intemperie para los periodistas acreditados. Una periodista fue expulsada del lugar por pedido de Casa Rosada y dejada sola en un estacionamiento vallado. También hubo restricciones para los fotógrafos.

Resulta difícil sostener que los privados que organizaron el festival «más anti zurdos del mundo» estaban interesados en que la prensa cubriera «La Derecha Fest«. Más bien todo lo contrario. El evento que cerró con un discurso de poco más de una hora del presidente Javier Milei, en rigor, fue un show de proclamas de odio contra los periodistas, en el que hubo algunas acciones que directamente impidieron el trabajo de los medios.

Según denunció la periodista Melisa Molina, que trabaja en el diario Página/12, fue echada pese a haber comprado un ticket para asistir -además de acreditarse cómo cronista-. En un momento del evento, personal de Casa Militar la sacó de lugar por expreso pedido «desde Buenos Aires» y la dejaron en un descampado en el que había un vallado para la prensa. Aseguró que la reconocieron por ser acreditada en la Casa Rosada para ese medio.

En la previa circuló entre periodistas una dirección de correo electrónico para que cronistas, fotógrafos, camarógrafos y movileros se acreditaran para la cobertura. Una vez enviada la solicitud, no había respuesta. Al llegar al auditorio del hotel Quórum en las afueras de Córdoba capital, había un primer control de vallado de personal privado y una vez dentro del predio había otro segundo checkpoint.

El personal de seguridad privada pedía los códigos QR que tenían las 2.500 localidades vendidas a $ 35 mil, más los $ 4.900 de cargos de servicio. «Prensa del otro lado. Hay que seguir el camino y por atrás llegás», respondió la quinta persona consultada por un periodista para entrar al auditorio.

En efecto, al dar toda la vuelta al predio, había un corral con vallas y una persona con un listado de dos páginas. Estaban anotados los periodistas que se habían logrado acreditar. Si el nombre aparecía en la lista, buscaban ponerle una pulsera blanca para que se quedara ahí, a unos 30 metros del auditorio. Este cronista y el fotógrafo, que habían mandado sus solicitudes el día anterior, no estaban en el listado.

La orden era estricta para que la cobertura periodística se hiciera en ese corral, separado del auditorio. Por ahí no pasaban los políticos ni los disertantes. Pasadas las 18, los periodistas no se ubicaron ahí.

La mayoría primero estaba en el ingreso principal, donde a través de pasillos armados con vallas, después de mostrar el código QR, personal de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) revisaba bolsos de los asistentes que habían pagado su entrada. Con un detector de metales también revisaban bolsillos, y lo pasaban por piernas y brazos.

Muchos periodistas, camarógrafos y fotógrafos permanecieron ahí para tomar testimonios de la previa. Pero cubrir el evento desde adentro era imposible como periodista. Fue así que muchos cronistas compraron una entrada antes o bien lograron conseguir un QR habilitado, en una especie de tráfico de QR que se hizo a través de Whatsapp, o bien en el lobby del Hotel Quórum, distante a unos 200 metros.

Personas a las que le sobraban entradas, o tenían tickets de protocolo compartían a través de mensajes. Así Clarín logró ingresar para cubrir el evento privado en el que el presidente Milei criticó en muy duros términos a su vicepresidenta, Victoria Villarruel y a dirigentes de la oposición como el gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof, o el presidente de la bancada peronista del Senado, José Mayans.

Terminado el evento, la periodista Melisa Molina relató que fue sacada del auditorio. Aunque se había acreditado, compró una entrada, pero finalmente contó que fue echada al ser reconocida como periodista. Contó que hasta le revolearon los billetes correspondientes al valor de su ticket.

«Compré mi entrada para participar de la Derecha Fest que se hacía en el hotel Quorum de la ciudad de Córdoba e ingresé con el QR a las cuatro de la tarde. Sin ningún problema, revisaron mi mochila, mis bolsillos y pasé. Vi la conferencia de las iglesias evangélicas, la del dueño del portal La Derecha Diario, la del asesor de Donald Trump, Alex Bruesewitz. Cuando comenzó a hablar Diego Recalde entraron al salón de eventos Agustín Laje y Daniel Parissini. Todavía faltaba que hablen ellos dos, Nicolás Marquez, biógrafo de Milei, y el Presidente», relató Molina en Página/12.

Fue entonces cuando sucedió el entredicho. «En ese momento se acercó a mi el personal de la Casa Militar, que me conoce la cara porque soy acreditada en Casa de Gobierno, y me dijeron que ‘desde Buenos Aires’ no querían que mi medio, por Página12, estuviera adentro del salón. Hasta ese momento no había publicado nada«, reveló la periodista.

«Me sacaron diciéndome que querían hacerme ‘un par de preguntas’ y una persona que no se identificó más que como ‘un contratado’ me llevó a un terreno baldío donde había algunos autos estacionados. Me dijo que me quede tranquila, que era solo para ponerme ‘una pulsera de prensa’. Anotaron mi nombre y mi apellido, me preguntaron cómo había llegado al evento y me tiraron encima dos billetes de 20 mil pesos, que era lo que valía la entrada que yo compré por la página web. No los acepté y me dejaron detrás de unas rejas sin permitirme salir con personal de seguridad privada y de Casa Militar. No me dejaron volver a entrar», describió sobre la actitud repudiable de esos funcionarios públicos.

Así, en medio del predio, pudo correr una valla para ir por el costado de un estacionamiento pero sin poder escuchar lo que estaba pasando en el salón. Tampoco pudo seguirlo de manera remota porque no hubo transmisión en vivo de lo que decía el Presidente de la Nación en ese evento privado, organizado por La Derecha Diario, con el auspicio de la agencia Gaucho y la editorial Hojas del Sur.

Otro episodio se dio cuando un fotógrafo de otro medio fue increpado por personas de la organización al verle un lente blanco y su cámara. Evitó ser echado y cubrió su lente con un cuello polar negro para poder obtener fotos de lo que sucedía adentro del salón «Pajas Blancas».

Adentro, en prácticamente todos las exposiciones hubo críticas a los medios tradicionales e insultaron periodistas. En la antesala al auditorio también comercializaban merchandising contra los periodistas, pines de entre $ 500 y $ 2.000 con las siglas NOLSALP, abreviatura de «No odiamos lo suficiente a los periodistas», una de las frases impulsadas por el presidente Milei.

Fuente: Clarin / Pedro Gianello

Editor: EM