NOTA DE LA SEMANA

Tierra de duendes,  luces sobrecogedoras y “apariciones” PATAGONIA, TAN PROFUNDA COMO MISTERIOSA

Por Carlos Parodi* En una escena de la extraordinaria película “Stalker” (estrenada  en  Argentina como  “La Zona”) del cineasta ruso Andrei Tarkovski (1932-1986), un protagonista dice: “Este es el lugar más silencioso del mundo”. La Patagonia profunda puede dar muestra de ello. Esta infinita y colorida comarca plagada de valles, ríos, mares, montañas y bosques, alberga sensaciones indescifrables para todo aquel aventurero que decida internarse en sus paisajes más desolados.

Hasta finales de 1800 era tan sólo un espacial dimensión inexplorada que ocupaba un gran signo de pregunta en los primeros registros cartográficos de naturalistas y expedicionarios. Al respecto, el investigador Hesketh Prichard ( 1876-1922) en su libro “ En el corazón de la Patagonia” (1900) describe la sensación que le produjo esta tierra legendaria: “Cuando uno mira el follaje que se extiende a los lejos, pliegue tras pliegue, donde los valles y las cuestas se cierran unos tras otros…una sensación de tenebrosidad y misterio se  apodera de la mente

Acerca de duendes y de murmullos espectrales

Entre maravillas naturales y laberínticos parajes, son variadas las historias que hacen referencia a los espíritus de aquellos habitantes de sus pueblos originarios que a través de los años fueron diezmados por el hombre blanco. Otras narraciones hablan de “seres elementales de la naturaleza” que conviven en cuevas subterráneas y que se muestran reacios al encuentro con el hombre, al que consideran invasor de sus territorios.

Por caso, en algunos parajes de la bella y paradisíaca “Villa La Angostura” se relatan muchas peripecias vividas por varios exploradores que se animaron a atravesar la oscuridad de sus bosques milenarios.

Precisamente uno de ellos vivió una experiencia por lo menos insólita. Se había instalado con su carpa a orillas del lago “Unquehue” y cuando quiso regresar notó que su brújula estaba humedecida por una sustancia viscosa y repugnante. No pudo explicarse quién había llevado a cabo semejante “instalación”. Una vez que consiguió regresar al pueblo, contó su experiencia en un típico almacén de “Ramos Generales”, y los viejos habitantes le hablaron con absoluta normalidad de las travesuras que ocasionaban los duendes, genuinos propietarios de esas tierras…

Otra leyenda proviene de la hermosa región de “Valcheta” en Río Negro, y tiene como principal escenario a su fantástico “Bosque Petrificado”, una auténtica maravilla de la naturaleza. No son pocos los afortunados amantes del misterio que fascinados por ese paisaje se llevaron de souvenir el sonido de extraños murmullos que provienen del bosque y que solamente pueden escucharse bajo el sombrío encanto de ciertas noches sin luna.    

El secreto de los bosques

Para muchas culturas milenarias, los bosques siempre despertaban algún temor arraigado en los intrincados laberintos de la psique humana. A mediados del Siglo XVII la “Congregación de los Jesuitas” que ingresó desde el sur de Chile a la Patagonia Argentina, se sorprendió al observar que los aborígenes primigenios vivían alejados de los bosques… Muchos exploradores también dieron testimonio de esa llamativa costumbre. El inglés George Musters (1841-1879) recorrió la Patagonia en 1870 y detalló que los tehuelches eran reacios a entrar en las regiones boscosas. Algo similar describió un investigador galés cuando habló de las frondoas y silenciosas regiones que serpentean alrededor de la Cordillera a las cuales los habitantes del mismo pueblo originario nunca ingresaban. Para otorgarle una dosis aún mayor de misterio, el científico naturalista de origen italiano y fallecido en Buenos Aires, Clemente Onelli (1864-1924) intentó dar una explicación para este extraño fenómeno sensorial. En el año 1900 señaló: “Los aborígenes  tienen repulsión hacia el bosque, porque lo consideran residencia de espíritus adversos…” .

Luces protectoras,  fantasmas “universitarios” y tumbas en ruinas

En Dolavon, un pintoresco y sosegado pueblo ubicado en la bella provincia de Chubut, algunos audaces peones de estancia que hacen el camino de ida y vuelta  desde las chacras hasta sus viviendas, hablan con absoluta  normalidad acerca de unas extrañas luces que hacia el amanecer o anochecer, flotan detrás de las oscuras filas de álamos y que “simplemente nos acompañan como si fueran ángeles de la guarda o luces protectoras”. Por las dudas, siempre se hacen la señal de la Cruz…  

Pero lo fascinante de los eventos de naturaleza incognoscible es que no necesariamente suceden en zonas despobladas. El  imponente y moderno edificio de la “Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco” de Comodoro Rivadavia, durante algunas noches es también “sede”, pero de sombras fantasmagóricas que vaporosamente se pasean por los pasillos y aulas. Lo han contado con certeza y temor algunos ex empleados del servicio de limpieza, quienes en tren de elegir, optaron por cambiar de lugar de trabajo.  

Para no ser menos, las desoladas costas patagónicas también preservan lo suyo. La realidad señala que los faros que orientan el rumbo de las embarcaciones siempre estuvieron rodeados de sucesos extraños, pesadillas y alucinaciones. Acantilados, tormentas y naufragios constituyen su solitaria, helada y espectral esencia. La Muerte también deambula entre sus desolados parajes. En “Puerto Deseado”, provincia de Santa Cruz, el faro “Cabo Blanco”, inaugurado en 1917,  conserva todos los ingredientes para ser identificado como sitio de una “actividad” compuesta a base de gotas de dosis sobrenaturales. Porque no solamente es frecuentado por visitantes fantasmales que vienen “desde arriba”, sino también “desde abajo”, ya que allí se encuentra un tenebroso y abandonado cementerio  en cuyas tumbas nadie deja nunca ninguna flor…

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Carlos Parodi (1964) investigador y escritor. IG Carlos Parodi.64 / Editor EM