Policiales

Asesinaron a «El Negro Sombra», secuestrador símbolo de una época, cazado en su propio territorio

Fue el líder de una de las peores bandas de secuestradores de principios de los 2000. Violento al extremo, salió en libertad condicional y volvió a la villa San Pablo (Tigre), donde se lo relaciona con el narcomenudeo. Lo emboscaron el lunes a la tarde en su propio territorio. Hay dos prófugos: «Huevito» y «Beldes». Y la sombra de «Mameluco» Villalba.

Fueron 43 días encadenado a un catre del tobillo derecho y la muñeca izquierda, con la radio a todo volumen y la cabeza cubierta por un trapo. Así, todo el tiempo. Cada tanto, uno de sus secuestradores le apoyaba una pistola en la cabeza y gatillaba en seco. Otro se divertía haciéndole piquetes de ojos a través del trapo que lo cubría. «¿No espiás, viejo boludo, no? Mirá que te vamos a hacer puré», le decía.

Ernesto Rodríguez -padre del empresario Jorge «Corcho» Rodríguez- fue secuestrado la mañana del martes 23 de diciembre de 2003 y liberado por la Policía el 4 de febrero siguiente en su lugar de cautiverio: un galpón que había servido para criar conejos en el fondo de una quinta de San Andrés de Giles.

El hombre tenía por entonces 72 años y una frágil salud. Igual soportó 43 días de tortura. La Policía pudo rescatarlo antes de que lo mataran… porque ese era el plan: cobrar el rescate y matarlo.

Rodríguez murió en 2018, aunque antes pudo sentarse frente a su secuestrador en 2007 y, en el juicio oral, brindó un duro relato de su cautiverio.

La víctima pintó como pocos la brutalidad y violencia de Sergio Orlando Leiva, «El Negro Sombra», quien junto a su mano derecha, Horacio «Lala » López, se había encumbrado como líder de una de las bandas de secuestradores más temidas y audaces de esa época de terror: los tres primeros años de post crisis del 2001.

«El Negro Sombra» fue condenado a 34 años por varios secuestros resonantes, pero salió en libertad condicional en 2019 por su «buena conducta». Volvió a su tierra, la villa San Pablo, en El Talar, partido de Tigre, Allí, dicen, entró al mundo del narcomenudeo. Y fue así que este lunes de carnaval murió de forma tan violenta como vivió: le pegaron tres balazos a plena luz del día.

Los vecinos, que vieron todo, contaron que, cerca de las 17, Leiva (56) iba caminando por uno de los pasillos del barrio con un amigo cuando aparecieron dos hombres y comenzaron a correrlo. El amigo de «El Negro Sombra» se quedó paralizado y no le hicieron nada, no era con él. A Leiva lo alcanzaron y lo mataron como a un perro.

Los asesinos ni se tomaron el trabajo de taparse la cara, por eso el lunes mismo se allanaron sus casas. Nada. No sólo se hicieron humo, sino que literalmente «levantaron campamento». Se llevaron todo lo que tenían consigo. «Huevito» y «Beldes» -esos son sus apodos- quedaron oficialmente prófugos bajo el cargo de «homicidio«.

Los corta dedos

Los secuestros extorsivos de principios de los 2000 fueron muy distintos que los de estos últimos años. Eran secuestros con logística, tareas de inteligencia previa, que duraban semanas y apuntaban a personajes conocidos o familias de empresarios. En muchos casos, las bandas tenían a policías entre sus miembros, no sólo zona liberada.

Asi fue el caso de Ernesto Rodríguez y también de Mirta Fernández, hija de un empresario de la zona norte del GBA, que permaneció 27 días cautiva. Fue raptada el 19 de agosto de 2003 y liberada el 16 de septiembre, en Puente Saavedra. Durante ese tiempo fue torturada, violada y mutilada (le cortaron un dedo).

Por el caso hubo cinco detenidos. A «El Negro Sombra» le impusieron una pena de 23 años de prisión.

En 2003 secuestró a Rubén Astrada durante 27 días. En un principio, exigió 800 mil dólares por su liberación y aunque luego acordó recibir la mitad de esa cifra, el padre del ex futbolista de River, Leonardo Astrada, fue liberado sin ningún tipo de pago.

Leiva se destacó como secuestrador y asesino. Como muchos en esa época de furia, venía del mundo de los asaltos a mano armada y tenía dos homicidios encima. Cuando salió en libertad condicional, se volvió a adecuar a los tiempos y se metió en el narcomenudeo.

Aun no se sabe bien qué cuenta le cobraron el lunes. Una versión habla de que la banda de Miguel Ángel «Mameluco» Villalba (capo en San Martín, preso en Ezeiza) estaba haciendo intentos de poner un pie en Tigre y que Leiva era uno de los viejos delincuentes que estaba dispuesto a defender el territorio.