Piden la indagatoria de Cristian Graf, en cuya casa estuvo enterrado 41 años el cuerpo de Diego Fernández
Diego tenía 16 años cuando desapareció, en julio de 1984. Había compartido con Cristian el segundo año en el ENET N° 36. Murió apuñalado. Ahora el fiscal Martín López Perrando pidió citar a Graf a declaración indagatoria. Para evitar l a prescripción, lo acusará de encubrimiento y ocultamiento de pruebas, actos más cercanos en el tiempo.
A casi tres meses exactos del descubrimiento de restos óseos en el jardín de una casa de Coghlan, el fiscal Martín López Perrando no sólo identificó a la víctima, Diego Fernández, desaparecido en 1984 a los 16 años: este martes imputó por primera vez a alguien en el expediente.
En un escrito de 35 páginas, al que accedió Clarín, el fiscal le pidió al juez de Instrucción Alejandro Litvack que cite a declaración indagatoria a Cristian Graf (58), el principal sospechoso desde el minuto uno.
Sobre Graf caen dos circunstancias muy fuertes: Cristian vivió al momento del homicidio -y aun vive- en el chalet de avenida Congreso 3742, donde fue enterrado el cuerpo. Además, conocía a Diego porque en 1983 habían sido compañeros de segundo año en el ENET N° 36.
El pedido de indagatoria tiene mucho de estrategia.
Al haber transcurrido 41 años desde el crimen, la causa marcha rumbo a la prescripción. Sin embargo, López Perrando parece haber encontrado un atajo: acusar a Graf no directamente por el homicidio, sino por actos de encubrimiento agravado y supresión de evidencia ocurridos con posterioridad.
El planteo de López Perrando se basa en lo que le dijo el propio Graf a los trabajadores de la obra en construcción de avenida Congreso 3746/48. Estos, al hacer la medianera con la casa de los Graf, descubrieron los huesos cuando hubo un pequeño derrumbe.
Uno de los obreros recordó así ese momento en el que apareció Graf en la obra: «Dijo ‘donde es mi casa pudo haber sido una iglesia’, de hecho Cristian dijo que los curas pudieron haber enterrado a los que se iban muriendo, después dijo lo del establo -hace muchos años fue un establo– y al final dijo que tuvieron que nivelar el terreno del fondo donde está ubicada la pileta y pidió tierra para nivelarla y los huesos pudieron haber estado en el camión, y se retiró.»
Para el fiscal, «las manifestaciones de Norberto Cristian Graf resultan no solo absolutamente inverosímiles, sino que denotan un claro conocimiento previo de la existencia de los restos óseos en el lugar; así como una intención deliberada de desviar la atención y generar hipótesis falsas que relativizaran o confundieran su hallazgo».
De acuerdo al pedido fiscal, otro obrero que declaró en sede judicial recordó la preocupación que tenia Graf por que no toquen un árbol que, luego se supo, estaba pegado la tumba.
«En un momento un hombre se acercó y les dijo que tenían prohibido tocar un árbol pequeño que estaba al lado de un bananero. Agregó, que en ese momento les llamó la atención porque estaban haciéndole una medianera nueva, que no tenía mucho sentido que les prohíba el trabajo por un árbol que en sí mismo no llamaba la atención ni nada por el estilo, que además estaba en el terreno de la propia obra, particularmente sobre la medianera trazada”, contó este trabajador.
El hallazgo fue el principio del caso que nació bajo el lema «los huesos en la casa donde vivió Gustavo Cerati» (porque la obra era en ese terreno), pero luego tomó vuelo propio cuando el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) determinó que los 150 fragmentos óseos correspondían a Diego Fernández, cuya familia nunca había dejado de buscarlo.
Pero volviendo a Graf y al cargo de encubrimiento en su contra. Para llevar adelante este planteo, el fiscal se basa en el testimonio de los obreros a los que Graf les dijo que él había rellenado con tierra su jardín cuando hizo la pileta. También les comentó que tal vez los huesos habían venido en el camión volcador.
Según los obreros, les dijo eso además de pedirles que no cavaran cerca de un árbol porque era añejo, cuando en realidad estaba pegado al cuerpo de Diego.
Los obreros recordaron que Graf dio todo tipo de explicaciones alocadas cuando aparecieron los huesos y que desde que empezaron a trabajar en la medianera no les quitaba los ojos de encima.
Con el fantasma de la prescripción como amenaza cierta, un cargo de encubrimiento ofrece una pena que puede llegar a los seis años de prisión. Eso además de poner a Cristian en una posición delicada en relación a quien pudo estar encubriendo.
Por lo pronto, Graf no tiene abogado presentado en el expediente. El lunes fue a la fiscalía a ponerse a disposición y le ofrecieron un defensor oficial, pero ni siquiera fue a consultar a la dirección que le dieron.
El caso Diego Fernández
Diego Fernández Lima, conocido como «El Gaita» o «El Gallego», tenía 16 años cuando se esfumó para siempre la tarde del 26 de julio de 1984 tras salir de su casa, en el barrio de Villa Urquiza.
Ese día Diego volvió del colegio al mediodía. Almorzó con su mamá y luego le pidió plata para el colectivo porque iba a lo de un amigo. Nunca dijo quién era. Salió comiendo una mandarina.
Un conocido que iba en un colectivo lo vio caminando por la vereda a la altura de Monroe y Naón. Le gritó «Gaita». Fue lo último que supieron de él. Ese punto queda a solo cinco cuadras de la casa de los Graf.
AGP /Agencia Prensa Cívica
Editor: EM