Héctor Starc celebra 60 años con la música, el ex Aquelarre de presenta el 4 de septiembre
(Por Sergio Marchi).- El guitarrista de Aquelarre y Tantor celebra sus 60 años como músico. Tocará el miércoles 4 de septiembre en La Usina del Arte, gratis.
No es Ben Stiller, pero vive en un museo. Una vez que franquea la puerta de la casa del legendario guitarrista Héctor Starc (Aquelarre, Tantor y muchas otras bandas) y esquiva a su cariñoso perro bóxer, el visitante se encuentra rodeado de reliquias, resguardadas por vitrinas y con su propia iluminación.
Algunas quitan el aliento, como el órgano Farfisa con el que Ciro Fogliatta grabó La balsa junto a Los Gatos. O el equipamiento de Aquelarre, desplegado como para un show con la batería CAF celeste de Rodolfo García, o el bajo de Emilio Del Guercio, cascoteado pero aun prestando servicio.
“A ese bajo lo pidió prestado un día David Lebón porque tenía que grabar un disco: el primero de Pappo’s Blues”, explica el guitarrista.
Héctor Starc tiene mil y una historias para contar de cada uno de los objetos que tiene y de todos los percances que pasó como músico y sonidista, pero la costumbre del coleccionismo observa un solo sentido.
“En Aquelarre teníamos una división del trabajo; Rodolfo García era el mánager, Emilio Del Guercio estaba encargado de lo creativo, y lo mío era lo técnico, siempre me gustaron las guitarras y los amplificadores. Entonces yo cuidaba esas cosas y después comencé a coleccionar, así como cualquier otro colecciona revistas. Pero primero quería tener las cosas de mis amigos: Pappo, Spinetta, Charly; y después quise armar una especie de Hard-Rock Café, pero del rock nacional«.
Y agrega: «Mi idea era que en la puerta estuviera el Mercedes Benz de Spinetta, girando, todo iluminado y que la patente tuviera sus iniciales: LAS. Tenía los planos hechos por un arquitecto y hasta hablé con Guillermo Vilas para conseguir financiamiento, pero no lo pude concretar porque yo estaba en un estado deplorable por el alcohol y las drogas. Entonces lo hice para mí solo; muchos de los instrumentos los tengo porque eran de mis ídolos de cuando yo era chico. A Trini López lo vi en 1962 en Canal 13, y ahora tengo esa guitarra. Ni siquiera la enchufo, pero forma parte de mi vida”.
60 años como músico
Y esa vida en la que Starc enchufó, desenchufó y se enredó con los cables, los metafóricos y los reales, será celebrada con un recital gratis el miércoles 4 de septiembre a las 20 horas en la Usina del Arte, con la excusa de sus 60 años tocando la guitarra.
“La fecha real fue el 5 de septiembre de 1964 -dice Héctor-, que fue el día que me llevaron a Antigua Casa Núñez a comprarme la Sinfonía Júpiter, que me la pagó un tío mío que era dueño de OCA. Yo quería una guitarra eléctrica, porque ese sonido me había quedado rebotando en la cabeza desde que la escuché en la radio, seguro que era Rock Around the Clock de Bill Haley».
Explica: «Mi viejo era aviador, y yo nací en Tres Arroyos, pero luego lo trasladaron a Pergamino y estuvimos ahí hasta 1960, cuando nos vinimos a Buenos Aires, y dos años más tarde entré en el Liceo Militar. Quería ser aviador de guerra, no instructor como mi viejo, que se murió de un infarto en 1964. Él miraba mucho la tele y había un programa, Casino Phillips, donde vi a Trini López (por eso tengo esa guitarra). Había otro programa llamado Guitarreada Crush donde ponían cien nenes en unas gradas a tocar Zamba de mi esperanza con la criolla, ¡y yo quería entrar ahí con un camión porque no lo soportaba!«.
El rock es contra los padres
» Cuando tenés 14 años -cuenta-, no querés las cosas que le gustan a los grandes. Quería rock and roll, hacer quilombo; mi viejo había muerto, y a mi vieja le dijeron que me comprara una guitarra española, que yo odiaba, y que cuando aprendiera me comprara la eléctrica. Error: porque el que aprende con la española se acostumbra a darle con un caño porque no suena, y en la guitarra eléctrica con tocar una nota, sobra. Eso me lo enseñó David Lebón”.
Ya provisto de un instrumento, Héctor se olvidó de volar por el aire y voló con la música hasta que adquirió conocimientos que le permitieron tocar los instrumentales que le gustaban: temas de The Shadows, The Ventures y una banda de San Luis llamada Los 4 Planetas.
“Los que estábamos en la pomada escuchábamos eso, yo sacaba los temas con una cuerda y me preguntaba para qué servirían las otras cinco”, dice, y luego cuenta que tuvo su primer trabajo profesional con un grupo llamado los Pop Singers “que estaban en una onda The Mamas & The Papas”.
Pese a ser un profesional, no dejó su trabajo de día en OCA, lo que no le impidió tocar en la banda Alta Tensión cuyo bajista era Vitico, o con Santa Bárbara Superstar, todos grupos que hacían los hits de moda. “En Santa Bárbara había dos negros y una cantante, el resto acompañábamos. Pero yo hacía solos de guitarra larguísimos y ellos bailaban hasta que yo terminara. ¡Y no había que hacer eso en un boliche! Cuando terminaba, ellos estaban cansadísimos de bailar”.
Para esa época, Starc ya tenía un trío con Machi y Black Amaya; con este último comenzó a frecuentar La Cueva, la segunda, regenteada por Billy Bond, con el ánimo de prenderse en alguna improvisación, pero sin la fama necesaria como para que se lo permitieran: sólo tocaban los miembros de Los Gatos, Manal y Almendra.
“Y Pappo, que no estaba todavía en Los Gatos, que era Dios; que ya nació famoso porque tocaba la guitarra de un modo increíble y mejor que muchos de los guitarristas ingleses”, apunta.
Fue Pappo quien se lo encontró en un colectivo y le cumplió una profecía: “Sé que vos tocás bien y estos hijos de puta no te dejan, pero esta noche vas a tocar conmigo en La Cueva”. Y así fue.
Luego, el trío de Starc-Machi-Black, recibiría el nombre de Trieste y sería el primer grupo en tocar en el festival B.A.Rock de 1970. Poco tiempo después, Starc recibiría un apodo más mencionado en los libros de historia que en su vida. Billy Bond bajaba las escaleras de su boliche La Manzana y ante una frecuencia atronadora alcanzó a preguntar: “¿Qué es esta bola de ruido?”. De ahí el apodo. “Es el único que me llama Bola -se ríe Starc-, pero es real porque me subía y no bajaba más. Me han cortado la luz, me ha sacado la policía, pero no me podían parar”.
Tocar con dos ex Almendra
Una mala noticia se transformó en una buena para Starc. Sucedió cuando en 1970 le fue a hablar Rodolfo García, baterista de Almendra, para contarle que el cuarteto que compartía con Spinetta, Molinari y Del Guercio se separaba, pero que él y Emilio lo querían como guitarrista de una nueva banda que terminó llamándose Aquelarre y que se completaría con el tecladista Hugo González Neira.
“Emilio estaba terminando el servicio militar. O sea que cuando se separó Almendra, él y Luis Alberto tenían 20 años nada más. Con Aquelarre aprendí a hacer solos más cortos y a trabajar en equipo, porque Emilio y Rodolfo eran muy inteligentes y organizados”.
Aquelarre se transformó en un grupo muy importante en la historia del rock argentino que trabajó de un modo novedoso: el 10% de las ganancias iba a un pozo común, y en 1975, cuando el clima político del país se puso espeso, con ese dinero acumulado se fueron a Barcelona tras una serie de cinco funciones en el Teatro Coliseo.
“Nos recibieron muy bien, pero fue duro arrancar de cero. Y el shock de ver que las cosas funcionaban; para comenzar, los teléfonos andaban: yo llamaba a mi vieja desde un teléfono público de la plaza. Después nos grabaron en vivo en un estudio de la Radio y Televisión Española, con todos los adelantos técnicos”.
Pero al morir Franco el viento se puso en contra. “Automáticamente nos dejaron de dar bola: porque hablábamos español, y Franco no los había dejado expresarse en sus idiomas regionales como el catalán o el gallego. El día que murió, la gente paraba en la autopista y se subía a los carteles para poner el nombre de su pueblo en su dialecto”.
El sonidista de Serú Girán
De regreso a Buenos Aires a fines de 1977, Starc continuó con la música y formó Tantor con Machi, Rodolfo García y un jovencísimo Leo Sujatovich.
Pero a la vez invirtió todos sus ahorros en comprar equipos de sonido en Londres y montó una empresa que le hizo sonido a todos los grupos, especialmente a Serú Girán.
“Tenía mucha afinidad con Charly, porque a los dos nos gusta el agua; entonces llegábamos a las siete de la mañana a Pinamar y nos íbamos a nadar a la playa. En Playa Grande de Mar del Plata nos fuimos muy lejos y no podíamos volver, entonces Charly dijo que hiciéramos la plancha. Y con la nariz que él tiene, haciendo la plancha parecía un tiburón. Yo le grité: ¡¡tiburón!! y se asustó, pero con esa estrategia salvamos la vida”.
Dejar la cocaína y el alcohol
A mediados de los años ’80, Starc le sumó a su dieta alcohólica la cocaína, “que yo tomaba como un medicamento que me permitía consumir más alcohol”. Luego de varias crisis y algunos papelones, ya con más de una década de consumo, Starc consiguió detener ese tren que iba directo a descarrilar y cambió de vida. Rotundamente.
“Para comenzar, no me relaciono con gente que beba o consuma drogas. Perdí todo: mis hijas, mi familia, mi empresa. Todo lo perdí. Después lo recuperé con mucho esfuerzo y trabajo. Pero hay cosas que no vuelven: quedé con una neuropatía y ahora tengo dos dedos que no me obedecen, producto del consumo excesivo de alcohol. Por eso, ahora que el alcohol está tan fomentado, no entro en lo popular; si quisiera eso estaría tocando cumbia”.
Por lo tanto, el 4 de septiembre solamente sonará rock en la Usina, tocado por Starc, su banda, y una gran lista de invitados, entre ellos Lito Vitale como baterista para tocar temas de Aquelarre con Emilio Del Guercio, y además estará Machi Rufino y otros que se van a sumar para celebrar buena parte de la historia del rock argentino.
“Pappo siempre me decía -finaliza Starc- que hay que tener un Marshall y una Harley Davison. Al menos, el equipo va a estar sobre el escenario; vamos a ver si me dejan subir la moto”.