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El éxito económico de la destrucción de ingresos y la producción

El balance del primer trimestre del gobierno de Javier Milei muestra resultados contundentes, sostiene el autor de esta columna de opinión. «Los números festejan, pero las personas sufren», explica. ¿Cuándo llegará la recuperación?

El primer trimestre económico del 2024 muestra dos resultados contundentes: una caída fenomenal de los ingresos y junto con ellos del consumo y la producción, y por otro lado el éxito en términos de superávit fiscal, superávit comercial, pax cambiaria y desaceleración inflacionaria. Así, el programa de Milei-Caputo se desarrolla precisamente según el plan.

Con buen criterio, pronto se elevarán las voces exclamando que es un oxímoron hablar de “éxito económico” y “destrucción de ingresos y producción”. ¿No es precisamente la buena economía aquella que logra incrementar los ingresos y la producción? Seguramente desde una posición filosófica es así. Desde una posición técnica, sin embargo, evaluamos el éxito según los propios objetivos del programa económico. Quien asumiera que el programa económico de Milei-Caputo tenía como objetivo incrementar los ingresos populares y hacer crecer la economía (al menos en lo inmediato), solo estaba proyectando sus propias esperanzas.

¿Cuál es el objetivo a analizar? Milei fue muy explícito en su campaña y en sus declaraciones, planteando que en esta primera etapa persigue el equilibrio fiscal financiero y el saneamiento del Banco Central, en miras de levantar el cepo antes de fin de año. Para lograr dichos objetivos, debía sortear una serie de desafíos que planteamos en la nota publicada en DIario Perfil el 13 de diciembre (“Los cinco dilemas de Milei y Caputo”).

Allí mencionamos como posibles problemas 1) la caída de la recaudación en un contexto de recesión económica, 2) un traslado muy veloz de la devaluación a precios que obligara a una segunda devaluación en lo inmediato, 3) una espiralización de la discusión precios-salarios si los gremios pretendían recuperar lo perdido en diciembre, 4) el traslado del déficit del BCRA al Tesoro al canjear los pasivos remunerados por bonos y 5) cubrir los vencimientos crecientes de deuda en pesos y dólares, reduciendo la oferta de instrumentos indexados.

Repasemos brevemente los resultados hasta aquí conocidos. En los meses de enero y febrero se alcanzó de forma inmediata el superávit financiero del 0,2% del PIB. Si bien la recaudación ligada a la actividad cayó, fue más que compensada por la impresionante licuación de las jubilaciones y programas sociales (calculamos 0,5% del PIB). La inflación, pese a ser alta, sin duda estuvo debajo de las expectativas. En diciembre el REM esperaba una inflación para el primer trimestre del 70%, en enero del 66% y finalmente la misma estará más bien cerca del 52%. La brecha hasta ahora se ha mantenido reducida y estable, el BCRA compra reservas (aunque posponiendo pagos de importaciones) y hasta se logró colocar un bono a tasa fija a 2025. La reducción de las tasas de interés no ha impactado negativamente en el mercado cambiario y permite mejorar el balance del Central.

Todo esto tiene, como señalamos, la contrapartida de una catastrófica caída del salario, las jubilaciones, las ventas y la producción. Los números festejan pero las personas sufren. Ahora la pregunta no solo es ¿hasta dónde bajará la inflación? sino también ¿cuándo empieza la recuperación?

Nuestra hipótesis desde el Observatorio de Políticas para la Economía Nacional (OPEN) consiste en que la recuperación vendrá recién cuando se perciba un entorno económico de “normalización” que implica haber liberado el cepo (al menos en gran parte, incluyendo esquema de pagos de importaciones) y bajar la inflación a niveles mucho menores. Lo segundo no sucederá sin lo primero, y lo primero no sucederá si primero A) no se tienen reservas netas positivas (hoy son alrededor de -1000 millones de dólares) y B) no se elimina o se reduce al mínimo la tasa de pases, que crea miles de millones de pesos sin respaldo todos los días.

Si continúa la pax cambiaria, la liquidación de la cosecha es importante, y desde el exterior Estados Unidos acompaña con bajas de su propia tasa, estas condiciones podrían alcanzarse para comienzos del segundo semestre. Vendrá otra discusión: vamos a un esquema de “competencia de monedas” con flotación, a una neo-convertibilidad, o una despesificación/dolarización. Y por supuesto la mayor incógnita: ¿los trabajadores, los jubilados y los empresarios soportarán felizmente una segunda devaluación con renovadas promesas de un futuro mejor?

Fuente: Perfil / Editor EM

(*) Federico Machado Busani pertenece al Observatorio de Políticas para la Economía Nacional. En X es @fede_machado_b