NOTA DE LA SEMANA

OVNI SHOW: PLATOS VOLADORES”  &  “MARCIANOS  EN LOS DIARIOS Y REVISTAS DE HISTORIETAS ARGENTINAS

(Por Carlos Parodi). –Un vuelo sensorial e interplanetario a través de las viñetas

Si bien los primeros documentos historiográficos acerca de los avistamientos de luces o de difusas naves discoidales atravesando los cielos de nuestro territorio aparecieron a hacia finales del siglo XIX, fue a fines  de la década de 1940 cuando el asunto estelar comenzó a sobrevolar por las redacciones de los periódicos y revistas nacionales.

De esta manera, la cultura popular de la post guerra asistía a un nuevo acontecimiento social: Los Platos Voladores como el gran Mito del siglo XX y de la mano de los investigadores aficionados y de testigos oculares que  señalaban con el dedo índice hacia el cielo, ante los micrófonos y cámaras de los corresponsales. La fugaz aparición de esos extraños vehículos voladores luminosos entre las nubes, en noches cerradas, o también dejando tras de sí una aureola de misterio entre la polvareda de un solitario paraje, comenzaron a impregnar de preguntas las paradas ruteras, las oficinas, fábricas,  y mesas familiares. 

Por aquellos años los pasajeros de “Aerolíneas Argentinas”  y de “Austral Líneas Aéreas” relataban a los periodistas los pormenores de los avistamiento de esas luces de colores. Y muchos otros que descendían de los micros de las “Chevallier” y “Cóndor- Estrella, una luz azul en el camino”,  que juraban haber visto “una nave con forma de plato invertido que se trasladaba a baja altura entre los árboles, a pocos metros de las ventanillas y que nos venía siguiendo desde Pedro Luro”…  Ante  deslumbrantes fenómenos espaciales, parecía que la “soledad cósmica” en este punto del Cono Sur… ya no resultaba tan solitaria.

A diferencia de los marcianos, los seres humanos somos de piel, carne, tejidos, huesos, vísceras, sangre, agua, sueños, amores, pesadillas y terrores que confluyen en torno a un bagaje cultural añejado en los intrincados laberintos de la psique y bañados con dosis de sonidos, olores, sabores, imágenes, leyes naturales, dogmas científicos y desencantos ideológicos. Pero afortunadamente también contamos con nuestras queridas y amarillentas historietas en papel que podemos tocar y oler mientras cerramos los ojos e imaginamos otros mundos.

Y aquí, en este hermoso rincón del Cono Sur, lejos de la tecnología de punta de las principales potencias mundiales, desde muchos años atrás siempre  nos las ingeniamos para mirar el cielo desde la terraza, balcón o patio, con cámaras rudimentarias y con telescopios armados en base a simples cursos por correspondencia. Recordemos que el 26 de septiembre de 1928 apareció el primer número de la revista “El Tony”, a la que se sumaron “Intervalo”, “Fantasía” y “D’artagnan”. Tanto la editorial Columba, como la revista “Lúpin” (1966-2005)  y las publicaciones de Dante Quinterno (1909-2003) ofrecían allá por los 60 y 70 avisos publicitarios fomentando la cohetería y la astronáutica, como profesiones del Futuro. ¿Quién no soñó con ser astronauta?  Definitivamente para los que nacimos en la década del 60 eran tiempos volados…

Diario El Laborista, 4 de mayo de 1951

En un principio fue el verbo y luego la escritura, y entonces los medios gráficos argentinos abordaron el tema OVNI en las secciones “breves”, en las que se alternaba una miscelánea de noticias acerca de platos voladores con otras de naturaleza insólita. En ese sentido, fueron pioneros los diarios El Laborista, El Líder, La Razón, Ultima Hora y Crónica.

Desde los años 50 y hasta mediados de los 80 -en sintonía con la espacial irrupción fantástica de cuentos y novelas de Ciencia Ficción- los fascinantes platillos voladores también ocuparon los contenidos de revistas de interés general como “Vea y Lea”, “Mundo Argentino”, “Leo Plan”, “Mecánica Popular”, “Selecciones”, “Careo”, “Esto es”, “Así, “Antena”, ”7 Días, “Gente”, “Flash”  y “Semanario.

Atentos a las noticias que llegaban desde los viejos “tele tipos” y “cables” de agencias internacionales y con ingeniosa dosis de creatividad  también comenzaron a surgir un sinfín de historietas que acompañaban los suplementos dominicales de los periódicos así como también en las populares revistas de  tirada masiva.

Bajo la premisa de generar humor a partir de hechos anómalos, los guionistas y dibujantes de la tinta fresca deslumbraban con su arte coloreado con tintes pops psicodélicos.

Diario El Mundo, marzo de 1964

Acaso la primera camada de reconocidos humoristas gráficos “espaciales” la tripularon Divito (1914-1969), Luis J Medrano (1915-1974), Miguel Brascó (1926-2014), Quino (1932-2020)  y Juan Carlos Colombres “Landrú” (1923-2017), desde los años 50 hasta mediados de los 70.

Resultó llamativa la cantidad de noticias referidas a platos voladores y a sus ocupantes durante 1968. Parece que estos objetos luminosos tan extraños se hubieran puesto de acuerdo en las fechas pero no así en los puntos territoriales de avistamientos. En tal sentido (o bajo ningún sentido) surgían en Mar del Plata, Carlos Paz, Mendoza, Entre Ríos, Salta, Río Negro, Coronel Dorrego, La Pampa o Chubut.

Fiel a su estilo refinado y para gente “bian”, Landrú desde sus primeros dibujos siempre le dio un espacio a su imaginación para adentrarse con su corrosivo humor en los asuntos intergalácticos. Eran infaltables sus paquetas y gordas señoras así como los sesudos científicos.

Rico Tipo, modelo 1966,  Quino, entre los Beatles y los marcianos

Eran tiempos en los cuales las revistas armaban mesas de debate en sus redacciones y a las que acudían investigadores, testigos,  sacerdotes, pilotos aeroespaciales, espiritistas y vecinos del barrio. Nunca se llegaba a ninguna conclusión pero suponemos que las charlas habrán sido deliciosas.

La televisión no fue ajena al fenómeno y un espacio religioso no quiso perderle pisada al tema. Un ejemplo fue el programa “El Evangelio y la actualidad” que iba por el Canal 13 de Buenos Aires en 1970 y era conducido por el Padre Héctor O. Oglietti. Un curioso libro recopiló sus mensajes: “Pildoras, ovnis y algo más”:  

De igual modo, las apariciones televisivas y gráficas del padre Jesuita Benito Reyna (fallecido en 1982) del Observatorio de San Miguel, le daba un toque místico al tan enigmático tema.

Entre 1968 y 1969 el genial periodista y escritor Américo Barrios (1911-1982)  había publicado semanalmente en “Crónica” una destacada  columna titulada “Extraño, muy extraño” donde daba muestra de su interés y conocimiento acerca de unos de los temas que más lo deslumbraba: “La Vida extraterrestre” (el otro era su apasionado fervor peronista).  También escribía en las contratapas  y finalizaba con sus frase “¿No le parece?”

Muchas veces “Las correrías de Patoruzito” y “Andanzas de Patoruzú”, también incluían aventuras espaciales con invasores siderales.

Los que elegíamos la “Lúpin”, adorábamos esas viñetas credas por Héctor Sídoli (1923-2006)  y Guillermo Guerrero (1923-2009)  en las cuales desde esos diminutos “cartelitos” que incluían en sus viñetas nos advertían  acerca de los misterios del Cosmos, la importancia de la vida saludable y también nos recordaban que “fumar mata”,

A nivel universal la revista Lúpin fue única en su especie. Arrancó en 1966 y a lo largo de sus más de 400 números, siempre se la ingeniaba para meter el tema  OVNI en sus historietas.

Personajes como “Lúpin”, “Resorte, el ayudante del Profe”, “Bicho, Gordi y Buby” y el genial “Saltapones” siempre se cruzaban con algún OVNI así como tambien con aventuras de índole paranormal que dejaban un intrigante final abierto. En tal sentido, resulta imperdible un capítulo unitario del aviador “Lupin” al frente de su biplano y su estremecedor encuentro con el fantasma de un piloto caído en la Cordillera de los Andes…La poesía y el misterio  enmarcadas en un cuadro surrealista…

Me permito recordar una experiencia personal. Acompañado por un amigo fotógrafo, tuve oportunidad de conocer durante una tarde primaveral de 1996 a los dos genios creadores, en su oficina de Diagonal Norte en Capital Federal, el mismo lugar donde durante los años 50 había funcionado la redacción de “Rico Tipo”.

Recuerdo que nos recibieron con tazas de mate cocido y galletas marineras. Un gato regordete se paseaba por los tableros y era acariciado con amor por Héctor Sídoli (“Tito Sol”, era su apodo) mientras tomaba mate y Guillermo Guerrero encendía un cigarrillo tras otro. Los desopilantes cartelitos que ellos incluían en sus viñetas también colgaban en las paredes que estaban atestadas de planos y de fotografías de aviones. En los rincones había pilas de números de la “revistucha” (así la llamaban cariñosamente) que los lectores de todas las edades compraban con devoción. Esa tarde me contaron que estaban orgullosos porque habían recibido una carta manuscrita de un astronauta argentino que desde hacía años trabajaba en la NASA. El científico les contaba que de pequeño había sido lector de la “Lúpin” y armaba sus radio transistores  y demás aparatos gracias a los “planitos” que la revista  publicaba. Una vez que partió a Estados Unidos, se hacía enviar las “Lúpin” por correo. El perfil de quizás el último de los románticos espaciales. ..

Héctor Sídoli y Guillermo Guerrero conformaron una dupla creativa al estilo “Lennon-McCartney” (no en vano arrancaron en 1966, año de la salida de  “Revolver”). Acaso sin saberlo revolucionaron la mente de muchos de nosotros y también al Mundo de la Historieta con sus guiños cómplices a los lectores. “Tito Sol” y Guerrero eran felices con lo que hacían. Su legado espacial nos acompaña desde el Cosmos entre volutas de humo y el vapor de las tazas.

Un mundo de sensaciones espaciales

Los diarios de “contenido sensacionalista” afortunadamente fueron los que n mayor espacio le dieron a todo lo concerniente a los extraterrestres y platos voladores. Ese mérito no se los quitará nadie. Las tapas de Crónica y posteriormente del Diario Popular eran ilustradas con el genial humor gráfico de Carlos Basurto, maestro dibujante.

Aquellos que devorábamos revistas, con el tiempo descubrimos que la refinada estampa de Miguel Brascó también conllevaba la de un dibujante exquisito, y así lo demostró con sus chistes tanto en la revista “Adan”(1967), “Cuarta Dimensión” de Fabio Zerpa (1928-2019)  y en la sensual y carísima “Status”, con sus marcianitos libidinosos. Otro genial artista  gráfico que firmaba con el seudónimo de “Napoleón” o “Napo” fue el rosarino Antonio Mongiello Ricci (1942-2020)  dibujante de la impresionante historieta “La Guerra de los Antartes”.

Don Américo, compañero del Cosmos…

Tanto los artículos periodísticos como sus recordados micros de radio, hicieron de Américo Barrios una figura no solamente respetada, sino muy querible por sus lectores y oyentes. Hacia finales de 1978 Don Américo dejó Crónica y ocupó la dirección del semanario tabloide “Flash”, hasta que desencarnó en 1982. Este semanario publicaba todos los martes en su portada los distintos avistamientos de platos voladores que se registraban en muchos rincones del territorio nacional, en medio de una parafernalia multicolor de noticias con los chismes más extravagantes de la farándula argentina. 

Es interesante detenerse en el impacto visual que lograba Flash (posteriormente igual camino siguieron “Semanario” y “Tal Cual”). Desde un original recurso compositivo y provocadores títulos, las portadas en colores  brillantes a partir de la saturación y el contraste, generaban en el lector una sensación dirigida a su voraz curiosidad, realizada en base a un collage de noticias pintorescas, desinhibidas y no menos surrealistas, claros ejemplos del género folletinesco. 

El diario “La Razón” a mediados de los años 70 no se quedó atrás y en la página de los chistes, el inefable Lino Palacio (1903-1984)  también hizo acompañar a “Don Fulgencio, el hombre que no tuvo infancia”, por un Ovni que lo seguía a todas partes.

Lo confieso, éramos jóvenes inquietos, no íbamos a museos de arte pero sí a otros lugares de veneración: los kioskos de diarios, que colmaban los exhibidores con las revistas mexicanas de editorial “Novaro” y que corríamos a comprar con las monedas guardadas en la alcancía entre tantos “mandados” al almacén de la vuelta.

Las revistas de “Novaro” tenían tres  series que eran mis predilectas: “Domingos Alegres” con episodios de “La Dimensión desconocida”, “Boris Karloff presenta” y “Clásicos del Cine”.

Cuando llegaba la noche y estábamos en casa antes de la cena, le pedíamos a nuestros padres la página de los chistes para seguir cada viñeta de tan sólo cuatro o seis mezquinos cuadros, hasta llegar all inefable “Continuará…”.

Las siestas durante aquellas vacaciones que parecían eternas (y de hecho lo eran) se revestían de colores y de historietas que transcurrían en lejanos planetas habitados por seres de fisonomía monstruosa cuando no, con grandes cabezas y ojos rasgados. 

Leíamos con voracidad todas aquellas revistas de historietas que cayeran en nuestras manos y las canjeábamos en el Parque Rivadavia, Ahí nos conocíamos todos y nos pasabamos las novedades de boca en boca. Asi nos enteramos que había extrañas y efímeras publicaciones que aún hoy sobreviven con olor a naftalina en algún placard: “Boing”, “Top” y “Ovni”.

La adolescencia nos encontró leyendo la “Cuarta Dimensión” con las rigurosas investigaciones de los integrantes del grupo ONIFE y la exquisita pluma de Juan Norberto Comte entre tantos otros. La página de “Humor Intergaláctico” nos arrancaba una sonrisa con sus monos de marcianos, brujas o fantasmas. Habitábamos un mundo imposible, y por lo tanto ideal.

Hacia 1978, ajenos a la masacre que ocurría, cursábamos el Secundario, sufríamos con nuestros equipos de fútbol, soñábamos con algún amor siempre imposible y también juntábamos el dinero para ir desde Belgrano, colectivo 113 mediante, hasta una pequeña sala de cine sobre la calle Rivera Indarte, en las inmediaciones de Plaza Flores. Apenas se apagaban las luces quedábamos extasiados ante aquellas pantallas gigantes por la que desfilaban marcianos y bellas venusinas dentro de sus plateados y ajustados uniformes, y mientras nuestro héroe de ocasión derribaba con su rayo mortal a todo aquel invasor inoportuno…

La extraordinaria revista  “MAD” editada por editorial Magendra, gracias a la gestión de Daniel Ripol, director de la “Pelo”, acompañó el estreno en Argentina  de “Encuentros Cercanos del Tercer tipo”… Comenzaban a vivirse otros tiempos, sin saberlo, estábamos entrando muy lentamente en los claustros de la adultez. Pero definitivamente y gracias a todos aquellos geniales dibujantes y guionistas que hoy recordamos.. “We are not alone” .