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River no pudo de local con Barcelona de Ecuador

El Millonario convirtió en figura al arquero Contreras, que hasta le atajó un penal a Driussi en el inicio del partido.

El fútbol es un deporte sencillo de explicar: hay que patear una pelota y gana el que más veces la mete en el arco rival. Lo que ya es difícil de comprender es por qué a River le cuesta tanto sacudir la red y poder gritar gol. Por qué esos tres palos que forman una estructura de 7,32 metros de ancho por 2,44 metros de largo se convierten en escasos centímetros para el equipo de Marcelo Gallardo a la hora de la definición. Por qué no genera confianza ni siquiera tener un penal a favor, circunstancia en la que el pateador tiene más ventaja sobre el arquero. Esas tres letras, tan lindas de unir y pronunciar, ya son un déficit preocupante en Núñez y que anoche lo llevó a sumar apenas un punto en el Monumental a pesar de la superioridad abrumadora durante los 90’ -el desarrollo fue para goleada- ante un Barcelona de Ecuador que sí festejo aunque no le haya apuntado ni una sola vez a los guantes de Franco Armani.

La falta de fiereza ofensiva de la que habló el Muñeco hace algunas semanas es un mal que ya no sólo afecta a Miguel Borja. Ante la decisión de empezar a dejar al colombiano como alternativa desde el banco, Sebastián Driussi parece haber perdido los anticuerpos que lo llevaron a ser goleador del Austin en la MLS y se contagió rápido de la sequía. No pudo desde los 12 pasos, más allá de que un lindo taco suyo generó la acción en la que el arquero luego le cometió penal y que le pidió la pelota a Gonzalo Montiel como una señal de confianza. Pero esa acción generó la reacción adversa, al punto que fue uno de los responsables de convertir en figura al arquero José Contreras, convocado recientemente a la selección de Venezuela. Con el Gordo muy flaco en 3/4 hacia adelante y pinchado anímicamente, como se vio en una acción en la que pelota le quedó picando para la volea y eligió pasarla.

En una noche apagada en Núñez por la falta de público, con las 85 mil personas en cancha seguramente se hubiese escuchado el clásico “movete, River, movete” en varios momentos del partido en el que se cansó, literal, de tener la pelota hasta los 3/4 de cancha, donde el piso pasa a ser lava ante un equipo tan elegante como su entrenador Segundo Castillo, porque mantuvo su look durante los 90’, esperó ordenado, sin tener vergüenza para despejarla del fondo, y a la espera de una contra que nunca llegó.

Con Contreras en modo Armani, volando de un palo a otro, River cayó en la misma trampa de siempre. En muchas situaciones, sigue eligiendo mal el último pase, o no le queda bien para venir y entonces ya ni siquiera le alcanza con someter a su rival para ganar. Y esas estadísticas, que marcan que le entró por todos lados a los ecuatorianos, reflejan que por momento jugó más que bien, pero continúa definiendo pésimo. En síntesis: River es un equipo totalmente inofensivo.

Que una vez más haya sido Kevin Castaño lo más claro del equipo marca el pulso de un equipo que sigue dependiendo demasiado de una genialidad de Franco Mastantuono, que sigue sin encontrar generación de juego con Maxi Meza y que no encuentra variantes en el banco porque ni Santiago Simón ni Miguel Borja cambiaron la ecuación.

Esa sensación de que River pudo haber jugado otros 90’ sin hacer un gol le impidió a River tener un colchón mayor rumbo a octavos en un mes intenso, dejando dos puntos en casa y con la altura de Quito como próximo compromiso. Y Gallardo sigue sufriendo…

Fuente: Olé /AGP

Editor: EM