A 30 años de la caída de “El Chacal” el terrorista más buscado del planeta
Illich Ramírez Sánchez fue apresado en la capital de Sudán y trasladado a Francia donde cumple su condena a prisión perpetua. Cómo fue el operativo para detenerlo.
La noticia resultó difícil de creer, porque ya parecía imposible que alguna vez ocurriera. La tarde del 15 de agosto de 1994, el ministro del Interior francés, Charles Pasqua, anunciaba en París la detención del venezolano Ilich Ramírez Sánchez, mundialmente conocido como “Carlos” o “El Chacal”, por entonces el terrorista internacional más buscado del planeta. Se lo acusaba de decenas de atentados y de cientos de muertes, cometidos en un lapso de casi dos décadas, y lo perseguían –sin suerte hasta entonces- los servicios de inteligencia de los Estados Unidos, Israel y varios países europeos.
En la conferencia de prensa, el ministro Pasqua informó que lo habían capturado en Kartum, la capital de Sudán, y agradeció al gobierno de ese país, encabezado por el general Omar el Bechir, por su colaboración para que Carlos pudiera ser llevado a Francia y ser sometido a juicio. Tanto el ministro francés como el dictador sudanés negaron la existencia de negociaciones secretas para la detención del famoso terrorista. Según el Bechir, la decisión de entregar a Carlos fue dictada por “los principios y los valores” que regían la sociedad sudanesa, pero buena parte de la prensa francesa habló de un acuerdo en las sombras donde el democrático gobierno francés daría un discreto apoyo a la junta militar que oprimía al pueblo sudanés –a la que el Palacio Eliseo condenaba públicamente por “apoyar al terrorismo internacional”- a cambio de su presa más buscada.
La versión no tenía nada de descabellada, porque la detención de Carlos en Kartum no había sido un acto oficial, realizado a la luz del día por el precario sistema de justicia del país africano, ni su extradición a Francia había seguido los pasos judiciales y diplomáticos en ese tipo de casos. Por el contrario, todo indicaba que se había tratado de una operación por lo menos irregular, realizada mediante un engaño y al amparo de las sombras de la noche.
De película
Ilich Ramírez Sánchez había entrado a Sudán a principios de 1993 con un pasaporte falso que lo identificaba como ciudadano sirio. Que utilizara ese documento no significaba que la junta militar de Kartum no supiera de quién se trataba: lo probaba que apenas llegó se le brindó un lugar de residencia y una custodia de tres policías para protegerlo. En otras palabras, Sudán era un refugio seguro para el terrorista más buscado del mundo, hasta que algo cambió, tal vez por las negociaciones secretas a las que aludieron después no pocos medios periodísticos franceses.
Ni el ministro Pascal ni la junta militar del país africano dieron nunca detalles sobre cómo se produjo la detención de Carlos. La única versión conocida – y que, llamativamente, no fue desmentida de inmediato por el gobierno francés – es la que relataron los abogados defensores del terrorista, Murad Usedik, Martine Tigrane y el célebre Jacques Verges, digna de una película de acción.
De acuerdo con esa reconstrucción, la semana anterior a su arresto, Carlos tuvo un problema médico y debió someterse a una operación en un testículo, presuntamente afectado por un tumor. Por razones de seguridad, las autoridades sudanesas, le aconsejaron hacerla en un hospital militar. Se internó el sábado 13 de agosto de 1994 y esa misma noche se le practicó la cirugía prevista.
La mañana del domingo 14, cuando todavía estaba bajo los efectos residuales de la anestesia, lo sacaron del hospital y lo trasladaron a una casa nueva, completamente vacía, donde, le dijeron, podría reponerse con más seguridad que en la suya. Por la tarde, un médico vino a verlo y les pidió a los guardaespaldas que lo dejaran solo con el paciente para revisarlo. Entonces, además de hacerle un examen completo de su estado de salud, le habría suministrado algún somnífero.
Carlos se despertó alrededor de las 4 de la madrugada del lunes 15 y se encontró con unos diez hombres dentro de la habitación, entre los que pudo identificar a sus tres guardias sudaneses y al médico que lo había revisado a la tarde, mientras que los restantes estaban encapuchados. Luego de que el médico volviera a inyectarle un sedante, le pusieron una capucha, lo ataron de pies y manos utilizando esposas de caucho y lo subieron a una camioneta cerrada.
Los abogados relataron que Carlos se dio cuenta de que lo movían hacia el aeropuerto por lo poco que logró entrever a través de la capucha y que, al llegar, un segundo grupo se hizo cargo de él: lo volvieron a atar y lo metieron en una bolsa.
Este nuevo grupo, integrado por hombres completamente vestidos de negro y con sus caras cubiertas con pasamontañas, lo subió a un avión que despegó de inmediato. Durante todo el vuelo, nadie pronunció una palabra, y el terrorista se dio cuenta de que lo llevaban a Francia cuando, poco antes de aterrizar, uno de sus captores le dijo a otro en francés: “Pascal, ya llegamos”. Era ya la mañana del lunes 15 de agosto cuando el avión militar francés aterrizó en la base de Villacoublay, en los suburbios de París. Por la tarde, el ministro Charles Pasqua le dio la noticia al mundo: Francia había capturado a Ilich Ramírez Sánchez, alias “Carlos”, alias “El Chacal”, el terrorista más buscado del planeta.
De Moscú al FPLP
Ilich Ramírez nació en Táchira, Venezuela, el 12 de octubre de 1949. Hijo mayor de un prestigioso abogado, militante del Partido Comunista venezolano, su padre lo bautizó con ese nombre en homenaje al líder de la Revolución Rusa de octubre de 1917, tradición que siguió con sus otros dos vástagos, a quienes llamó Lenin y Vladimir.
Los hermanos Ramírez estudiaron en Londres y en 1968 los dos mayores viajaron a Moscú, donde asistieron a la universidad Lumumba durante dos años. Allí Ilich conoció y simpatizó con la lucha de los palestinos. En 1970 fue a Jordania a entrenarse militarmente en un campamento del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), donde el líder del brazo armado de esa organización, Wadih Haddad, le puso el nombre de guerra con que se haría famoso, “Carlos”.
De Jordania regresó a la capital inglesa con su madre y sus hermanos, y se dedicó a realizar tareas de inteligencia para el FPLP. No demoraría, sin embargo, a pasar a la acción, con su primer ataque, que tuvo como blanco al empresario británico Joseph Sieff, una prominente figura de la comunidad judía, dueño de la cadena de tiendas Marks & Spencer y líder de la Federación Sionista de Gran Bretaña.
El 30 de diciembre de 1973, Carlos llegó a la casa de Sieff en el barrio londinense de St. John’ s Wood y a punta de pistola le ordenó a una empleada que lo llevase hasta donde estaba el dueño de casa. Encontró al empresario en el baño y le disparó a la cara con una pistola Tokarev, que se trabó después de la primera bala. Por eso tuvo que escapar sin rematarlo y Sieff sobrevivió al ataque.
Los atentados en Europa
El año siguiente, Carlos se trasladó a Francia, donde cometió la mayoría de los atentados que lo convertirían en uno de los fugitivos más buscados del mundo y le valdrían su apodo más famoso, “El Chacal”. Comenzó con una serie de ataques con coches bomba contra las redacciones de varios diarios de Paris.
Desde la capital francesa viajó también a Holanda junto con un comando armado del FPLP para cometer uno de sus atentados más resonantes: la toma de la Embajada de Francia en La Haya, donde el embajador y otras diez personas estuvieron retenidas como rehenes durante cinco días. Aunque el ataque se lo adjudicó una célula armada del Ejército Rojo Japonés –una organización muy ligada al FPLP– la inteligencia francesa aseguró siempre que el ideólogo y planificador de la operación fue Carlos.
A partir de ahí, protagonizó una serie de atentados en diferentes países. El de mayor envergadura fue la toma de la sede de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) en Viena, Austria, en 1975. Allí, un comando liderado por Ramírez retuvo como rehenes a 42 personas, incluyendo a los once ministros de Petróleo de los países miembros, y los llevó en avión por varios países del norte de África, hasta finalmente liberarlos en Argelia.
Los servicios antiterroristas europeos ya lo tenían en la mira y unos meses después de la toma de la embajada, agentes de la Dirección de Vigilancia del Territorio de Francia, lo ubicaron luego de detener e interrogar al libanés Michel Moukharbal, uno de los máximos dirigentes del FPLP en Europa. Por entonces Carlos, que tenía 26 años, vivía como supuesto estudiante en un departamento de la Calle Toulliers, en el Barrio Latino de París.
Un comando policial fue con Moukharbal al departamento, donde lo encontraron realizando una fiesta con amigos. Le dieron la orden de entregarse, pero lejos de hacerlo, Carlos los enfrentó a tiros y pudo huir y dejó tres muertos en el camino: dos agentes de la Dirección de Vigilancia del Territorio y a Moukharbal. Entre sus pertenencias, la policía encontró un ejemplar de la novela “El día del Chacal”, de Frederick Forsyth, lo que llevó al diario británico The Guardian a bautizarlo como “El Chacal”.
En los años 80, mientras lograba eludir con éxito a las autoridades a pesar de estar en la lista de los sospechosos de terrorismo más buscados del mundo, siguió cometiendo atentados, utilizando por lo general explosivos colocados en automóviles, trenes y estaciones de ferrocarril en París y Marsella. El saldo de esos hechos fue aterrador: once muertos y casi dos centenares de heridos entre 1982 y 1983.
Luego de la caída del Muro de Berlín, en 1989, en los archivos de la Stasi, la policía secreta de Alemania Oriental, se encontraron documentos que también relacionaron a Carlos con otros atentados terroristas cometidos en Francia, Austria, Alemania Occidental y Gran Bretaña.
Ocaso y caída
A principios de los ‘90, perseguido por todos los servicios de inteligencia europeos, Ramírez Sánchez buscó refugio en Libia y en Siria, pero la situación geopolítica no le jugaba a favor. Por entonces, esos dos países pasaban momentos difíciles, con acusaciones y embargos internacionales en represalia a su supuesta política de apoyo y entrenamiento a terroristas.
Siria, además, estudiaba la posibilidad de un acuerdo de paz con Israel en Medio Oriente, lo que suponía fuertes presiones de todos los países democráticos de Occidente, y en particular, los Estados Unidos. Darle protección al terrorista más buscado del mundo les agregaba presión, por lo que decidieron, de alguna manera, sacárselo de encima.
En 1993, la dictadura militar que gobernaba Sudán desde 1989, aceptó darle refugio y le permitió entrar con una identidad falsa para vivir en la capital Kartum, donde fue finalmente capturado en la oscura operación francesa del 15 de agosto de 1994.
Sobre esa detención – que los abogados defensores de Carlos calificaron como un “secuestro” – también corrió otra versión inquietante, muy diferente a la del acuerdo secreto entre Francia y Sudán. Ese acuerdo habría existido, pero con el consentimiento de Ramírez.
Según esta hipótesis, las autoridades sudanesas le habrían dicho a Carlos que la presión internacional les impedía seguir refugiándolo y negociaron con él su entrega y la manera de hacerla. Ante la perspectiva de terminar en una cárcel israelí o pasar sus últimos días en alguna prisión africana, el propio Ramírez había elegido ser entregado a Francia, donde se lo buscaba por muchos de sus atentados. De ese modo al menos podría pasar el resto de sus días en una prisión francesa, lo que en comparación con las otras posibilidades le proporcionaría seguridad y cierto nivel de confort.
Lo logró de manera relativa. “Solo a partir de 2008, cuando fue trasladado a la prisión de La Santé, tuvo mayor libertad. Antes, en nuestros primeros contactos, estaba recluido en Clarvoix, una prisión de máxima seguridad donde no tenía ningún privilegio y solo podía telefonear a su hermano Vladimir”, cuenta el periodista Antonio Salas, que lo entrevistó durante cinco años para escribir su libro “El Palestino”.
Según Salas, en los diálogos que mantuvo con él, Carlos reconoció “Incluso asesinatos por los que nunca ha sido procesado. De hecho, reconoce haber participado en numerosas ‘operaciones militares’, eufemismo se refieren a los atentados, con víctimas civiles. Cuando le preguntaba por las ‘víctimas inocentes’ me explicó que para él no existen ‘inocentes’”.
Ilich Ramírez Sánchez fue sometido a varios juicios por los diferentes delitos que cometió en territorio francés. A tres décadas de su captura y con casi 75 años a cuestas, goza de buena salud mientras purga sus condenas a cadena perpetua y tiene pocas esperanzas de salir alguna vez en libertad.
Por Daniel Cechini / Infobae /AGP
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