SAN ANDRES DE GILES: Leyendas y mitos de un pueblo mágico
Por Carlos Parodi. – “A veces lo verdadero puede no ser verosímil” escribió el poeta francés Nicolas Boileau ( 1636-1711). Y lo cierto es que en derredor de la historia cronológica de los pueblos, también en su memoria cromosómica fluyen relatos inmersos en un espacio espectral con imprecisas y cautivantes dosis de misterios.
Mitos que erizan la piel y se entrelazan de boca en boca, sobrevuelan la hora de la siesta, atraviesan calles silenciosas y se perciben entre parajes desolados..
Adentrarse en San Andrés de Giles es ingresar a una dimensión cuyo tiempo se ha pausado. Se deslizan otros aires entre la cordialidad de sus habitantes, el colorido de los paisajes de sus pueblos aledaños y el eterno recuerdo de sucesos y personajes históricos, que envuelven a quienes lo visitan por primera vez de una energía particular .
Los vecinos comparten reuniones en los antiguos clubes sociales, en la querible “Biblioteca Popular Alberdi” y en la “Asociación Española de Socorros Mutuos”, fundada en 1884. También en el “Parque Municipal”, en sus obras de teatro, en las veladas de sus músicos y artistas visuales, en las confiterías y en especial durante los sosegados atardeceres en patios plenos de plantas y flores.
Pero también, cuando la noche despliega su manto, más de un relato de índole sobrenatural en la voz de algún vecino desvelado, cruza el aire como una daga encendida y alimenta las brasas del fuego eterno del Misterio.
Los hechos fundacionales e históricos concernientes a San Andrés de Giles, se encuentran en las obras del historiador local Secundino García, y en las del escritor y herrero Dardo Dorronzoro, nacido en 1913, secuestrado y desaparecido desde 1976 por las aberrantes fuerzas de seguridad de la peor dictadura militar que padeció Argentina.
La magia de un pueblo encantado
San Andrés de Giles tiene dos cementerios: “Sud” y “Norte”. El “Sud” creado en 1874 a raíz de la fiebre amarilla y el cólera, y el “Norte”, hacia 1919, cuando aquel fue cerrado. En la actualidad, un destacado equipo de arquélogos y antropólogos trabajan en la puesta en valor del ”Sud”.
Pero esta es una crónica acerca de aquellos sucesos sobrenaturales que atraviesan la geografía de un pueblo y entonces las verdaderas protagonistas serán las voces de sus protagonistas. La fascinación que despiertan es tan cálida como la no menos extraña naturaleza de sus testimonios. San Andrés de Giles tiene el privilegio de contar con una “guardiana fiel” que preserva su apasionante historia como su más preciada joya. Nos referimos a Graciela Leon, declarada “Ciudadana Ilustre”, docente, escritora, conductora de programas de radio y presentadora de evocativos encuentros socio culturales. Un bello libro de relatos de su autoría publicado recientemente, recrea parte de los mitos y leyendas que subyugan a sus coterráneos y también a foráneos.
Por su parte, otro símbolo de esta bella región y afincado en la localidad de Azcuénaga es el investigador y abogado Héctor Raúl Terrén, quien a la par de sus documentaciones historiográficas, nos envía este extraño suceso acaecido no hace mucho tiempo:
Una “aparecida” en el camino Giles-Azcuénaga
“Existen varias historias de figuras que aparecen de noche en el camino a San Andrés de Giles, sobre todo la referida a una mujer llevando un bebé en sus brazos. En una ocasión, a un vecino del pueblo de Azcuénaga, cuyo nombre no revelaremos, de madrugada, en momentos en que se trasladaba en un auto remise desde Giles hasta nuestro pueblo, pudieron ver con el chofer a una mujer con un bebé en brazos parada en la esquina del “Parque Municipal”, haciendo “dedo”. El conductor frenó el vehículo, abrió la puerta trasera y la mujer subió sin decir palabra. Al llegar frente a un establecimiento llamado “La Verónica”, sitio donde hasta hace poco había una casa abandonada y presenta un monte muy espeso, la mujer le dio a entender al chofer que debía bajar en ese lugar. El auto detuvo su marcha y la mujer se perdió en medio del monte. Y existen varios relatos de automovilistas que al pasar por ese mismo lugar acreditan haber visto a esa misma figura. A un vecino de Azcuénaga que iba a trabajar a Giles, en medio de la niebla también se le apareció esa figura fantasmal. El susto fue tremendo y por varios días no pudo sacarse la imagen de la mente, tratando de no viajar nunca más solo. Se han hecho investigaciones para determinar si en ese campo donde bajó la mujer con su bebé y donde solamente quedó un viejo ombú, se produjo la muerte trágica o inesperada de algún niño, y por eso el ánima en pena de su madre aún peregrina con él en sus brazos. Lo último que puedo decir es que un sacerdote muy conocido que suele visitar Azcuénaga realizó una bendición del lugar sobre el camino y desde ese momento no se escucharon más relatos…”
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Acerca de la naturaleza de lo fantastico
Recordemos que las leyendas y los mitos que rondan por los pueblos y ciudades, expresan una necesidad de trascendencia, una integración de opuestos de naturaleza universal. Los mitos permiten hacer “nombrable” aquello innombrable e indefinido. Existen expresiones de la memoria oral sobre las que no podemos conjeturar como “casos cerrados” y permanecen siempre abiertos a la inquietante duda..
Y en esa maravillosa senda plena de incertidumbre, resulta fantástico recorrer un pueblo como San Andrés de Giles, acompañados por la docente Malvina Bianchi y por los aportes documentales de la profesora Adela Spinelli quienes junto con los alumnos del 5to año de la “Secundaria Número 10” de Azcuénaga se ocuparon de recopilar algunas experiencias que vulneran el carácter real de lo cotidiano y que sobrevuelan por las calles, rutas y montes de su amada tierra. En tal sentido, nos reseña la profesora Malvina Bianchi:
“Nuestro partido y sus localidades cercanas han escuchado el eco del nombre de brujas, curanderos, herbolarios y personas afines. Su lugar en nuestra historia local es tan relevante que, Secundino Nestor García, escritor gilense, les dedicó un capítulo en su libro “La otra historia”. Allí relata que alrededor del año 1781 el Cabildo de Luján los autorizó a ejercer el “arte de curar”, siempre y cuando cobraran la mitad que un médico tradicional que en ese momento escaseaban en la región”.
Malvina Bianchi también toma su tiempo para relatar una experiencia personal: “Recuerdo de mi infancia particularmente a una señora mayor, muy conocida, que vivía en una de las avenidas principales de la localidad. Un alma blanca y bondadosa que se dedicaba a aliviar los males del cuerpo con rezos y hierbas. Gran conocedora de los malestares que podrían afectar a los niños, desde la pata de cabra hasta la culebrilla, el empacho o los parásitos. Todos estos males tenían síntomas característicos y podían ser aliviados en un número de tres consultas. Era muy característica la importancia de este número 3 divino que en cierta forma era reflejo de la Santísima Trinidad. Hay un relato familiar, muy guardado, que tiene lugar un día de los fieles difuntos. Se considera que ese día de respeto, un velo se abre y permite que las almas se acerquen al plano terrenal. Por lo tanto las brujerías son mucho más fuertes porque se pide ayuda a seres espirituales que no son bondadosos. El suceso ocurre durante la noche, donde todo toma otra proporción, en una zona rural y desolada.
En la cocina de la casa solo se encuentra el padre. Es en ese momento que observa, claramente, con todos sus sentidos alertas, un vaso de vidrio elevarse desde la mesa hasta el techo y estallar en miles de partículas. Sobre el piso queda un rastro de vidrio molido. Como evidencia de esta situación existe el relato y nada más. Nadie ha tratado de encontrarle más explicación que la mágica. No he incursionado en la posibilidad de que este hecho tenga una razón científica de ser…”
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La noche del “Lobizón”
Los siguientes relatos corresponden al trabajo de documentación de los entusiasmados alumnos actuales de 5to año de la “Secundaria Número 10” de Azcuénaga:
“Las indagaciones sobre este relato, nos acercan a una situación particular que ocurrió en la localidad de Cucullu, cercano a Giles. Un padre, un séptimo hijo varón, y una familia que vivía en uno de los hornos de ladrillos alejados. Una casa precaria que, sin embargo, tenía en una de sus ventanas y en una de las puertas del interior, su respectiva “cadena y candado”. La curiosidad es más fuerte que el respeto por la intimidad ajena y de esto deriva que el padre, preocupado por la condición de su hijo menor, lo encerraba bajo llave las noches de luna llena. Al amanecer, las marcas de las uñas aparecían en la puerta y en las maderas que tapaban la ventana. El niño cansado dormía y nada recordaba. El apellido de la familia varía, al igual que su locación. Incluso algunos vecinos afirmaban ser familiares directos. El rastro se pierde cuando, agobiados seguramente por la situación, se mudan de la localidad. No se tienen luego registros certeros de qué fue lo que pasó con ellos. De más está decir que todos en la localidad conocen a algún hombre que carga con esta maldición… “
El monte del Diablo
“La estancia El Destino, también conocida como el Monte del Diablo, está ubicada en Azcuénaga. Mi papá me contó que hace muchos años, se quedó a dormir en esa casa. En su adolescencia tenía un compañero que vivía ahí e invitó a los chicos del curso a dormir. Mi papá no estaba convencido, pero fue porque iban todos sus amigos. Pasaron el día divirtiéndose y disfrutando hasta que llegó la noche y todo el ambiente cambió. En la casa había seis habitaciones, comedor, cocina y living. En la última habitación estaban todos ellos, que era la habitación más grande. Según mi papá, después de la medianoche empezaron a escuchar llantos de bebe y gritos a lo lejos. La habitación tenía un ventanal donde apareció una figura vestida toda de negro. Ahí fue cuando mi papá se fue a otra habitación donde no había ventanas. De esta manera consiguió sentirse más seguro. El adolescente y sus papás vivían ahí hace un tiempo y ya estaban acostumbrados a todos los hechos. Mis abuelos al conocer la estancia y sus historias no lo dejaban ir, pero él insistió. Cuando volvió a su casa, no quiso saber nada más del monte ni de la estancia…”
La llorona
“La llorona es un alma en pena que se pasea con el aspecto de una mujer vestida de blanco, tiene un sonido muy característico que es su llanto. Se cree que esta mujer está en pena por la muerte de sus hijos a quienes ella misma asesinó. Su llanto es muy aterrador. El origen de esta leyenda es prehispánica y se relaciona con las diosas de los pueblos originarios de la región. Existen distintos orales que presentan la figura de una mujer que se lamenta por la muerte de su hijo en un accidente laboral y que aparece en los alrededores de la estancia Don Melitón o El Destino, de Azcuénaga.También hay registros de una presencia en los alrededores del arroyo Roldán, cerca del llamado puente de Fierro… “
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Los mitos conllevan un profundo proceso colectivo conformado por las texturas y matices de una naturaleza siempre indiscernible. Representan una experiencia vívida, un entrecruzamiento entre la memoria oral y los puentes que cruzan las aguas del horror, entre la naturaleza de lo insólito y la imaginación. Jamás podremos explicarlos porque su esencia está vedada a los intrincados laberintos de nuestro raciocinio. De ahí su magia y su encanto. Tal como lo expresó el filósofo, físico y poeta Gastón Bachelard (1884-1962) “El conocimiento de lo real es una luz que siempre proyecta alguna sombra”.
Carlos Parodi, investigador y escritor.
IG Carlos Parodi.64
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