Acusados de abuso e inocentes: apuntes sobre una realidad que alarma
Son maestros y profesores denunciados por abuso en la escuela. Luego de largos procesos judiciales fueron absueltos. Cómo entender un dramático signo de la época.
La nota (Son maestros, los acusaron de abuso en la escuela y fueron a la cárcel, pero eran inocentes) publicada este martes en la edición digital de Clarín, iluminó el drama: los docentes procesados -y escrachados- que luego de años fueron declarados inocentes en la Justicia.
Es un drama, claro. Un drama que los denunciados viven entre la vergüenza, la soledad y el estigma. Y lo más grave, años de cárcel o de detenciones domiciliarias. Una marca que ni siquiera la confirmación de su inocencia consigue morigerar. ¿Cómo y cuándo cicatriza la llaga de ser señalado como abusador?
En algo más de tres años, desde abril de 2021 a septiembre de 2023, se registraron cerca de 200 denuncias de abuso escolar, si se cuenta sólo las que se hicieron públicas. A partir de esos números, dos investigadoras, Gabriela Scarfó y Marina Visintín, escribieron Panorama de la judicialización de las relaciones escolares para profundizar en un problema al que ya definen como “constante”.
¿Cómo entender esa “moda”?
Algunas claves, en principio descriptivas, ofrecen una aproximación posible. Liliana Maltz, licenciada en Ciencias de la Educación, dice: “ «Los docentes ocupan un lugar distinto al que ocupaban en el pasado, cuando eran más valorados”. Y agrega: «Hoy predomina la desconfianza hacia la escuela». Nora Baca, ex maestra, vice directora y directora de jardines de infantes, completa el boceto: “Es como si los docentes del nivel inicial fueran los primeros representantes del Estado”, dice. “Entonces, si hay enojo social, si se vive con angustia, las quejas de los padres se canalizan en la escuela con los docentes”.
Las denuncias en el ámbito escolar son “vecinas» de las generadas en la propia familia. La oficina de violencia doméstica de la Corte Suprema atendió en 2023 a 17.603 personas, de las cuales 9.999 hicieron presentaciones por violencia doméstica. Los números no cambiaron mucho respecto de 2022, y los especialistas admiten un esfuerzo permanente para distinguir las denuncias provocadas por episodios reales de las realizadas como un intento de manipulación o «venganza» de un integrante de la pareja. Lisa y llanamente, una agresión o abuso inventado para perjudicar al otro, maniobra ciertamente extendida.
Liliana Maltz aporta otro dato: “Con su espectacularidad, además, algunos medios generan una fuerte paranoia entre las familias. Y por si fuera poco, los grupos de whatsapp de padres y madres del jardín no dejan lugar para la duda... Ahí no llega el concepto de ‘le pregunté a mi hija y no supo qué decirme’, sino que directamente se dice ‘le pregunté a mi hija y me respondió que el docente había abusado’. Ese mensaje se replica rápidamente, en cadena. Y tiene sus consecuencias…».
La inmediatez de la comunicación, la impulsividad y la viralidad derivadas de la tecnología y de las redes sociales influyen fuertemente, incluso hasta determinar los comportamientos. Entonces, un mensaje en whatsapp puede convertirse rápidamente en una certeza compartida, que deriva en una denuncia judicial y, a partir de allí, escala hasta los medios de comunicación, que multiplican su alcance.
El círculo se completa con peritos y fiscales a veces condicionados por la propia opinión pública. Nadie quiere ser el “malo” de la película o sufrir un posible escrache en las redes.
No siempre pasa así, claro. Hay denuncias que se demuestran justificadas y hay abusadores condenados. Pero pasa. Lo saben Alejandro Bausano, Pablo Rivelli y Analía Schwartz, entre otros. No porque lo hayan leído, o alguien se los haya explicado desde la teoría. Lo saben porque lo pagaron con años de cárcel. Un precio demasiado alto para «una moda» de la época.
Por Gonzalo Abascal /AGP/Clarín
Editor: EM