Julieta Penedo presenta a la escritora Marysol Lowy
Marysol Lowy nació en Buenos Aires en 1983. Se recibió de Contadora Pública en la Universidad de Buenos Aires en 2006, profesión que ejerce desde entonces y que atesora. Sin embargo, un día se dio cuenta que el universo de los números no le era suficiente.
Marysol Lowy nació en Buenos Aires en 1983. Se recibió de Contadora Pública en la Universidad de Buenos Aires en 2006, profesión que ejerce desde entonces y que atesora. Sin embargo, un día se dio cuenta que el universo de los números no le era suficiente. Comenzó a preguntarse cómo puede ser que todo tenga respuesta, que todo sea tan exacto. Debe existir otra forma de ver las cosas. Esa inquietud es la que llevó a Marysol a querer tener una visión más completa del mundo. En 2017 empezó a estudiar Licenciatura en Historia, por puro placer. No sólo quedó atrapada en los relatos que dan respuesta a los hechos históricos, sino que quiso ir más allá e incursionar por el lado poético de la escritura. Siempre le gustó leer. Y por qué no animarse a escribir. La pandemia, si bien fue un brutal acontecimiento que irrumpió de diferentes maneras en cada uno de nosotros, en Marysol fue la oportunidad para animarse y probar con la escritura. Viajar, leer y escribir son hoy los tres pilares que le permiten incursionar en el autoconocimiento y mostrarse tal cual es. Una mujer libre.
La primera vez que leí a Marysol Lowy quedé atrapada por su forma detallada y delicada de describir una escena. Su escritura es suave, pero a la vez áspera, tiene esa sutil contradicción que tienen los grandes escritores. Con una dulzura casi infantil Lowy es capaz de narrar una escena dolorosa y hasta cruel. Por otro lado, su mirada aguda y perspicaz es fundamental para poder encontrar la sencillez en los detalles de la vida cotidiana, mostrándole al lector hasta lo imperceptible.
Hoy la autora nos presenta Invisible, un cuento narrado desde la mirada de una niña de seis años que vive en un mundo rodeado de adultos. La descripción de los espacios, nos trasladan de inmediato a esos lugares tan ajenos como comunes, que en algún momento hemos estado. Los diálogos, con esa niña como testigo, que hasta ciertos momentos parece hasta invisible, nos remiten a cualquier escena familiar cotidiana. Es sumamente admirable como con una línea casi escrita como al pasar, la autora remarca uno de los momentos más duros de nuestro país como fue la hiperinflación del ´89, que hizo que muchas familias argentinas pierdan todo lo que tenían. La felicidad de esta niña que está empezando primer grado se contrapone al dolor de María por la muerte de su hermano Amadeo. La crueldad en el detalle de esa pierna amputada se empareja con la alegría de la protagonista por las esperadas vacaciones en familia. Marysol una vez más nos deja ese sabor agridulce y las ganas de seguir leyéndola.