Opinión

La humanidad llega a la Luna, los OVNIS acompañan

Por Dr. Antonio Las Heras.- Si las misiones Mercury y Géminis abrieron el camino para llegar a la Luna, Apolo permitió concretar la hazaña. Allí, junto a las cápsulas terrestres estuvieron otras, nacidas en lugares desconocidos del Cosmos; seguramente en ignorados planetas de la Galaxia a la que pertenecemos.

Apolo 9 (3 de marzo de 1969) fue protagonista de un extraño y hasta el momento inexplicable fenómeno: misteriosas transmisiones de radio de origen desconocido despertaban a los astronautas Mc Divitt, Scott y Schweickart a intervalos regulares de tiempo. ¿De dónde provenían tales señales? ¿Cuál era su fuen­te? La respuesta flota en el Cosmos. En algún lugar. Igual que los anómalos trozos musicales (una música suave, tranquilizante) que suele surgir en los receptáculos de las cápsulas espaciales sin que pueda conocerse su origen. Una música orquestal que no entra por los parlantes, sino que –concretamente – invade la cáp­sula. ¿Cuál es su origen? ¿Qué fin persigue? ¿Hipnotizar a los astronautas? ¿Sumirlos en el sueño profundo?

El viaje de la Apolo 11 tuvo ribetes fantásticos. Por primera vez nuestra Humanidad intentaba descender en la superficie lunar y caminar en suelo selenita. Era abandonar la cuna. Se decide a caminar. 0, al menos, a gatear. Y fue un éxito. Cientos de millones de personas lo vimos desde los televisores de nuestros hogares. El alunizaje. El despe­gue. Las proezas realizadas por Armstrong y Aldrin en el Módulo de Excursión Lunar (LEM) y también cuando sus botas herméticas dejaban huellas en aquel cuerpo celeste.

Lo que pocos conocieron fue que ese viaje pionero estuvo signado por varios sucesos notables.

Un ovni acompañó a la Apolo 11 desde que abandonó la órbita terrestre hasta encontrarse a unos cien mil kilómetros de distancia del planeta. No caben dudas ya acerca de la naturaleza del artefacto. Ningún satélite artificial se sale de su órbita para seguir a otro aparato similar. Tampoco la basura espacial (aunque fuera la última etapa de un cohete) puede hacer esta travesía y después suspenderla inesperadamente, alterando el rumbo para perderse en la negrura del espacio. Donde sólo pueden verse las estrellas, siempre quietas, siempre fijas.

Era un aparato guiado. Un ved. Vehículo Extraterrestre Dirigido. Creado por una inteligencia nacida en otro mundo. Dotada de tecnología más avanzada que la nuestra.

Continuó el vuelo.

Al fin Armstrong, Aldrin y Collins (que esperaba en órbita lunar) se encontraron coronado por el éxito de su notable intento. 20 de julio de 1969: una fecha para no olvidar. Marca un hito en la Historia de la Humanidad.

¡Tampoco los extraterrestres olvidaron!

Collins, solo y aislado (pues las comunicaciones radiales se interrumpen) observó y filmó detrás de la Luna, los movimientos de singulares objetos.

No terminarían allí las novedades.

Cuando el LEM se dirigía a unirse a la Apolo 11, Armstrong y Aldrin dialogan con la base en Houston de manera sorprendente, con desesperación. Es un diálogo secreto. Solamente las confi­dencias permitirán conocerlo a mediados de agosto fuera de las esferas oficiales. Un mes después, casi, de haber terminado la misión Apolo 11. Algunos diarios de los Estados Unidos lo publi­can en primera página. No es para menos. Armstrong y Aldrin están viendo vehículos extraterrestres moviéndose sobre la super­ficie lunar.

Los ovnis en la Luna. Tal como era de prever. Hubiera sido tonto pensar que solamente visitan la Tierra. Sus viajes incluyen a todos los cuerpos del Sistema Solar. Un tour científico.

Cuando los dos asombrados astronautas, siguiendo su curso para unirse a la Apolo perdieron de vista a aquellos aparatos extraterrenos que se movían entre los cráteres lunares, una nueva aparición tuvo lugar. Eran dos objetos esféricos, muy luminosos, impresionaban como filamentos de algodón. No parecían maci­zos. Tampoco se trataba de ningún fenómeno conocido. Filmase la observación. Película en colores. Luego: el habitual silencio de la NASA. La película es entregada a un laboratorio privado para su procesamiento especial. El encargado hace varias copias. De allí algunos investigadores obtenemos unos fotogramas que inte­gran el filme.

Dos objetos que parecen tener vida propia. Ahora se acercan, se funden en uno solo, muy brillante, esponjoso. Parece una me­tamorfosis. O mejor, una simbiosis. Luego se despegan. Siguen su ruta. Están en órbita lunar. Parecen jugar. ¿Qué son? ¿Qué les pasa? ¿Por qué esos movimientos tan singulares?

Surgen algunas voces. Se trata de formas vivientes – explican algunos –. Algo así como animales capacitados para vivir en ambientes tan enrarecidos como el vacío cósmico. Seres primitivos. De energía pura. Son los objetos a los que suele confundirse con vehículos extraterrestres pero que no tienen apariencia de cosa maciza o metálica. Sino más bien son amorfos, sus límites imprecisos cambian constantemente.

Ridículo – escucho decir –. ¿Ridículo?, me pregunto. ¿No dijo la Ciencia en un pasado cercano que era imposible la vida en las profundidades abismales de los océanos? Y los batiscafos fo­tografiaron formas desarrolladas de vida. Peces luminosos, organismos ciegos llenos de tentáculos, etcétera. ¿No se dijo que era imposible que hubiera microorganismos en la alta atmósfera? y los hay. ¿Cómo negar la presencia de seres en el vacío estelar? Es una posibilidad que no debe descartarse. Sin confundirla con los vehículos extraterrestres dirigidos. Los ved. Metálicos. Precisos en sus movimientos. Macizos en apariencia, al menos. Como aquellos que vagaban sobre la superficie lunar ante los ojos de Armstrong y Aldrin.

Y punto. Sólo una pregunta ante tan abrumadora cantidad de testimonios. ¿Por qué suspendió Estados Unidos sus vuelos tripulados a la Luna en particular y al espacio en general? ¿Sólo por razones de presupuesto? ¿Por qué fracasó, justamente, la mi­sión Apolo 13 que debía alunizar en la zona de Fra Mauro carac­terizada por la constante aparición de fenómenos transitorios como luces blancas, rayos celestes y extrañas cúpulas que apare­cen por un tiempo breve para reaparecer luego en otro sector, para los que los astrónomos no encuentran explicación?

¿Tendremos nuevas revelaciones ahora que tanto los Estados Unidos como Rusia y China – entre otros países -, así como empresas privadas, planifican no sólo viajes tripulados a nuestro satélite natural sino que buscan establecer bases permanentes con seres humanos habitándolas?

¿Cuál es el motivo por el que la Unión Soviética decidió no enviarhombres a la Luna? ¿Porque no estaba en condiciones técnicas? ¿Porque prefirió utilizar elementos mecanizados? ¿O porque sus servicios de inteli­gencia descubrieron extrañísimas presencias detectadas por los norteamericanos en sus visitas a la Luna, jamás reveladas al público?

Los extraterrestres vienen del espacio. ¡Y allí nos espe­ran! ¿Será el encuentro definitivo?

¿O un escalón más en este juego del gato y el ratón? Donde, paradójicamente, somos gato… y ratón.

Según el caso.

Antonio Las Heras es doctor en Psicología Social. Su libro “OVNIS, los documentos secretos de los astronautas” fue publicado por Grupo Argentinidad. www.antoniolasheras.com