Suplemento ABRALAPALABRA

EN EL NOMBRE DE DIOS, Un cuento de Luis Pezzi

Los recuerdos de mi infancia aparecen cada vez que escribo. La calle era el escenario donde se desarrollaban las vivencias en primera persona. Había juegos individuales y otros grupales, de los que sobresalía el jugar a la pelota. Solo podían jugar quienes colaboraban para comprarla, así fueras tildado de malo y nadie se interesaba en que formes parte de su equipo.

Los recuerdos de mi infancia aparecen cada vez que escribo.                    

  La calle era el escenario donde se desarrollaban las vivencias en primera persona. Había juegos individuales y otros grupales, de los que sobresalía el jugar a la pelota. Solo podían jugar quienes colaboraban para comprarla, así fueras tildado de malo y nadie se interesaba en que formes parte de su equipo. Mensaje subliminal hacia el futuro. Había partidos entre nosotros, los del barrio, y los desafíos que eran contra equipos de otro lado.                                                                                                              Para el momento de contar lo siguiente yo me encontraba en esta situación: empezaba la primaria por la tarde, luego tomaba mi merienda y me iba a jugar a la pelota. Mamá hacia las compras por la mañana mientras yo hacía los deberes.                                                                                        Un día, mientras me colocaba el guardapolvo, me dijo:                                      -Vas a tener que empezar a ayudarme con los mandados. Ya estás grande y podes cargar con la bolsa. Vas a llevar plata, así que tendrás que practicar lo que te enseñaron de matemáticas en la escuela cuando te den el vuelto.                                                                                                             Mucho no entendí, pero asentí con la cabeza. Mamá lo era todo para mí.                                                   -Cómo vas a estar cruzando calles y para que no te pase nada, cada vez que salgas tenés que decir “En el nombre de Dios voy a salir y nada me pasará”.                                                                                                           Cuando decía “nada me pasará…” debía mover mi brazo hacia abajo con fuerza.                                                                                                                      Por un tiempo funcionó, pero…un día me olvidé. Ya había salido como media cuadra de mi casa. Todo se volvió gris, sentí un escalofrío. Volví despacio agarrándome de las paredes hasta que pude entrar en mi zaguán. Repetí la frase varias veces y salí tranquilo.                                         Al poco tiempo se me ocurrió que podría salir sin esa “protección” y ver qué pasaba, siempre fui curioso. Tenía que organizarlo para tener éxito, así que elegí la mejor situación. Esperé que no viniera ningún auto, ni nadie caminando por mi vereda y salí. Disimulé estar tranquilo, pero mis ojos se movían para todos lados. Fui a la esquina y volví…sano y salvo. Otro día hice una vuelta a la manzana…al tiempo me olvidé de todo. Me sentí aliviado porque seguro que me iba a olvidar otra vez y quién sabe dónde estaría.                                                                                                     Para tomar la Primera Comunión, las clases de catequesis se hacían en la Iglesia de La Santa Cruz, a pocas cuadras de casa. Me dijeron que teníamos un ángel de la guarda a nuestras espaldas que nos cuidaba. Por supuesto que traté de verlo girando rápidamente mi cabeza pero nunca lo pude encontrar. Tomé la Comunión con desilusión.                                                           

  Al terminar la primaria ingresé a una escuela técnica con doble turno y luego en la Facultad de Ciencias Exactas donde me familiaricé con el vocabulario científico. Tiempo después en Filosofía y Letras comencé a leer otros temas relacionados con lo social. Recordé aquel desencanto que había quedado quien sabe en qué parte de mi cabeza esperando a ser resuelto, pero ahora con una mirada crítica, necesitaba respuestas y no quedarme con lo que me dijeron.                                                                   Tenía mi experiencia con el lenguaje científico y la posibilidad de leer sobre religión.                                                                                                                Los libros Sagrados tienen más de 2000 años y es considerado creyente quien acepta sin más todo lo que allí se dice.                                                                                                                         La Ciencia se basa en la explicación racional a lo que se observa de manera directa o a través de instrumentos y va cambiando de manera casi continúa.                                                                                                                          Dos universos opuestos.                                                                                          Si bien las personas no hemos cambiado en nuestro comportamiento moral, las sociedades son muy diferentes. Hay reglas de convivencia estables y un enorme desarrollo tecnológico.                                       Suponer que hay seres que no se ven, que te aman siempre y que te ayudarán con solo pedirlo, hace que asumas que eres incapaz de diseñar tu futuro, tu vida; que siempre necesitarás algo de alguien. Un mundo mágico, una zona de confort limitada.                                                              No tomarlos como referencia, a mí me dio muy buen resultado. Me tranquilizaba que ante cada situación problemática éramos: el tema a resolver y yo, nadie más.                                                                                                         Aceptar sin cuestionar te transforma en un fanático pasivo, maleable, inocente, dispuesto a acatar órdenes que en situaciones extremas hacen que arriesgues tu vida “en el nombre de Dios”.

Luis Pezzi por Fabián Llanos.

Es posible decir que Luis Pezzi es antes que nada un hombre hecho en la ciencia. Esa es su esencia. De ahí nace, ahí se nutrió.

Y no es  necesario hacer demasiada historia para iluminarse contando la enorme profusión de nombres rutilantes de escritores arribados de la ciencia que han hecho obras gigantescas en la literatura universal. Vasta (o basta) con nombrar: Isaac Asimov, Lewis Carrol y Johan W. von Goethe.

Luis Pezzi, es Licenciado en Química y un apasionado de a astronomía; lector ensimismado de la psicología, filosofía, pedagogía. Reside en Buenos Aires ciudad donde también transcurrió su infancia. Ha formado una familia feliz con su esposa, hijos y nietos.

Su cuento, En el nombre de Dios: revela a las claras una mirada introspectiva sobre los mandatos familiares respecto de la religión y cuestiona la creencia de un ser superior “que todo lo ve y que todo lo puede”. Desde esa tierna mirada infantil junto al abrigo de una madre amorosa y prudente, describe un mundo de pelotas, juegos, barrios y  atmósferas que tal vez hayan desaparecido.