«Primero hay que saber sufrir». Un cuento de Hugo Goldin
¡Empezó el partido! ¿Empezó?
Me despierto como loco creyendo que me quedé dormido. Miro el celular. Cuatro de la mañana. Cuento con los dedos hasta las doce del mediodía. Faltan ocho horas. Salto de la cama. Me tropiezo con un zapato, casi me caigo. Voy, en el mayor silencio posible, al comedor.
¡Empezó el partido! ¿Empezó?
Me despierto como loco creyendo que me quedé dormido. Miro el celular. Cuatro de la mañana. Cuento con los dedos hasta las doce del mediodía. Faltan ocho horas. Salto de la cama. Me tropiezo con un zapato, casi me caigo. Voy, en el mayor silencio posible, al comedor.
Repito en mi cabeza la formación del equipo titular: Dibu al arco, atrás Nahuel, Cuti, Ota y Taglia, al medio Rodri, Enzo y Alexis, adelante, Fideo, Lio y Juli. Sale de memoria. A esta altura los trato por sus nombres de pila, son familia.
Imagino la disposición de todos en la cancha. Yo estoy listo, pero faltan siete horas y cincuenta minutos para que empiece la final contra Francia en Qatar. Una eternidad.
Enciendo el televisor ¡La cantidad de pavadas que escuche este último mes no tiene límites! En un zapping furioso, a las cuatro y media, recalo en un reportaje que le hicieron a Scaloni unos días antes de empezar el mundial.
Aclaro a todos mis detractores, que me acusan impunemente de exitista, que soy un scalonista de la primera hora, desde que se le pidió, por favor, que asuma como DT interino de la selección por dos partidos. Tengo testigos, uno al menos, que lo pueden avalar. Subirse al carro de los triunfadores, ahora, es fácil.
Volviendo al reportaje: el mejor DT del mundo mundial, le responde al periodista que el cuerpo técnico y los jugadores son unos privilegiados por haber llegado a esas instancias, estamos entre los treinta y seis equipos que van a definir el mundial, y que lo que hay que hacer es disfrutar, a pleno, porque nunca se sabe si podrán volver alguna vez a un evento semejante.
¡DIS-FRU-TAR! . Esa es la clave. En la cancha se gana o se pierde y esas son contingencias del juego.
¡Aja! mientras empieza a clarear, medito acerca de lo esencial de su mensaje ¡Y le doy la razón en todo!
Me voy a tomar esta final con calma
Se gana o se pierde, no importa, y se disfruta. ¡Que joder!
Hoy domingo 18 de diciembre a las 5 de la mañana, a siete horas de empezar el partido más importante, que hace no menos de ocho años vengo esperando (la última final, la que nos robaron, fue en el Maracaná contra Alemania), decido creer que más allá de ganar o perder, eso es una contingencia del juego, hay que disfrutar de cada momento.¡Eso, vamos!
Andrea, mi compañera, aparece en el comedor y me pregunta si estoy bien. Por supuesto, mejor que nunca, respondo. Me abraza, tranquilo, tranquilo y me acaricia la espalda.
Arriba van el Fideo, Lio y Juli; le susurro al oído. Falta mucho para que empiece, porque no tratas de dormir un poco. Prefiero salir a correr. No, es muy temprano, es peligroso, me cuida. Descarto la idea.
Vuelvo a la cama, murmuro entre dientes la formación inicial. Pienso en los sustitutos: están el Huevo, Dybala y el Toro, entre otros. Tampoco voy a andar nombrando a todos. Buen banco de suplentes. No puedo dejar nada librado al azar.
Me doy vuelta de aquí para allá, hasta que Andrea me sugiere que vuelva al comedor porque le parece que no apagué el televisor.
Efectivamente, estaba encendido en una entrevista que le hacían a un qatarí sobre el aliento de los argentinos en el estadio y fuera de él. En fin, el periodismo y sus profundidades analíticas.
Miro el celular otra vez. Son casi las seis y voy en busca de los reels de la canción «muchachos» en distintos idiomas. En inglés y portugues la saco más o menos, pero en alemán es rejodido. Igual insisto. Me parece que es una forma de disfrutar, que es lo que me propuso nuestro técnico para hoy. Es muy gracioso como dicen La Tota.
Dibu al arco, atrás Nahuel Cuti, Ota y Taglia, al medio Rodri, Enzo y Alexis adelante Fideo, Lio y Juli. Repito una y otra vez la formación confirmada como un mantra.
Imagino en mi cabeza, los vectores de los espacios de la cancha por donde deben transitar los jugadores. También armo un cuadro de relevos de marcas.
Ojo que del otro lado juega Mbappe y dos o tres que la mueven bien. Pero nosotros nos tenemos que preocupar por nosotros, en hacer las cosas como corresponde, estar a la altura de las circunstancias. El rival también juega, va a ser un partido duro y un montón más de frases hechas y vacías que tome prestadas de los sesudos discutidores de los programas deportivos, elaborando el mejor análisis posible que contenga mi ansiedad.
Me tiro en el sillón, hasta ahora camine de aquí para allá, hubiese sido mejor ir a correr. No paro de bostezar. Voy por el canal 1023 y nada. Se me pixelan las imágenes. Se me cierran los ojos.
Ana Belén arremete con Arde París, los del Louvre empiezan a devolver las obras de arte a los países de donde las tomaron prestadas hace cientos de años, el río Sena se seca, reconocen que el champagne es lo mismo que el vino espumante y cuando la torre Eiffel se empieza a caer, se me cae el control de la mano, me despabila el ruido y veo un cartel rojo que dice noticia urgente: posible variación en el once titular.
Usando todos los verbos en modo potencial, indican un cambio que descarto inmediatamente por ridículo. ¡Por favor,tienen menos fútbol que un carpincho autóctono!
Me acuerdo que tengo que disfrutar, me había olvidado, no puedo cometer semejante error y ponerme nervioso.
Preparo el desayuno. En el medio van Rodri, Enzo y Alexis, ahí está la clave del partido. Depende como puedan contener al rival y distribuir la pelota.
Apago el televisor, no lo soporto un segundo más. Me tengo que relajar y gozar de que el equipo de mi país, mi selección, está en la final.
Tampoco es una guerra, es solo un partido de fútbol. No están en juego las Malvinas, aunque la verdad me hubiese encantado ganarle a los ingleses una final y que queden calentitos, y hacerles otro gol con la mano, con VAR y todo.
Me pongo a saltar a puro grito: el que no salta es un inglés, el que no salta es un inglés y despierto a todo el mundo. Inclusive toca el timbre el vecino del departamento de abajo y me pregunta, solidario, si hubo algún problemita porque escuchaba brincar en su techo a una multitud. Mi vecino es brasilero y hoy no lo veo muy contento. Omití deliberadamente la parte de muchachos en que le hicimos el gol en el Maracaná y volvió a ganar papá. No es día para herir susceptibilidades. La copa América es nuestra. ¡Ja!
El magno acontecimiento comienza a las doce. Mal horario porque no hay almuerzo. Faltan dos horas. Ciento veinte minutos. Siete mil doscientos segundos. Una vida ¿Qué hago? ¿Me pongo a ver una película francesa? ¿Le paso el antivirus a la computadora? ¿Cambio las claves del home banking y le pongo Qatar 2022? Un detalle, puedo leer la Q sin U. A partir de ahora el queso será qeso.
Me hablan y no escucho. Es decir, escucho pero en mi cabeza empieza a sonar, otra vez muchachos y voy por nos volvimos a ilusionar… no puedo dejar de cantarla. Prendo el televisor, la hinchada canta lo mismo, lo pongo a todo volumen. Canto con ellos, con los que entran al estadio. Llegan mis hijos, todos son grandes pero los partidos se ven en casa y se unen en el quiero ganar la tercera, quiero ser campeón mundial a puro salto, a puro abrazo.
A cincuenta y tres minutos del inicio, estamos todos los que tenemos que estar. Se vive con inusual nerviosismo. Les pido a todos que se calmen, que es un momento único, que pocas veces en la vida se da, que son once contra once, que puede pasar cualquier cosa, que nuestro equipo forma con el Dibu al arco, atrás Nahuel, Cuti, Ota…
Les repito la formación, por las dudas, y les propongo a todos, que como dijo nuestro gran DT, disfrutemos plenamente este momento sin igual. Porque si hay igualdad vamos a penales. Dios no lo permita.
Aplausos. Creí recibir una ovación pero no, justo salen los jugadores para hacer calentamiento precompetitivo.
Cada vez que enfocan a uno coreamos su nombre, con Messi se me cayeron algunas lágrimas.
Hago una breve síntesis en mi cabeza:
Contra Arabia Saudita perdimos. Sufrí.
Contra México hasta que hicimos el primer gol, sufrí.
Contra Polonia sufrí a Lewandowski todo el partido. Es un nueve bravo. Contra nosotros fue mojarrita.
Contra Australia sufrí el doble porque tengo un hijo viviendo en Sydney y temía por su salud.
Contra Holanda, sufrí, padecí, me angustié, la última atajada del Dibu fue majestuosa pero hubiese necesitado un marcapasos. Los penales fueron un parto. Creo que tuve contracciones.
Contra Croacia jugamos como duques, igual sufrí porque cualquier error nos dejaba afuera de la final. Hubiese sido imperdonable.
Entonces sufrir es antónimo de disfrutar. Por consiguiente sufrir sé y disfrutar no. ¿Scaloni me podes decir cómo se disfruta? ¿Hay algún manual con instrucciones? ¿Quizás haya algún tutorial en youtube?. Sufrir 6 disfrutar 0.
Pero hoy va a ser distinto. Se me hace un nudo en la panza cuando veo salir a los jugadores a la cancha, Messi a la cabeza. Se forman. Desde casa les gritamos para darles ánimos.
Volvemos por enésima vez con muchachos, queremos la tercera y por las dudas arrancamos con… esta noche cueste lo que cueste tenemos que ganar. En Qatar es de noche.
La Lali canta el himno, que los jugadores no se distraigan por favor.
Los veo bien, semblantes serios, concentrados. En ¡O juremos con gloria morir! nos desgañitamos, y nos abrazamos. Ellos también en el imponente estadio Lusail.
Se saludan los capitanes, se hace el sorteo de los arcos, el referí ¡ojo con lo que cobras polaco! camina hacia la mitad de la cancha y deposita el balón en el círculo central.
Señalan diez segundos en la pantalla gigante y todos contamos, diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno. Suena el silbato del juez.
Señoras y señores, comenzó la final del mundo. ¡Empezó el partido! ¡Vamos Argentina!
¡Ahora a disfrutar! ¿A disfrutar?